miércoles, 28 de marzo de 2007

Módulo 1: Historia de Chile



Historia de Chile

PERÍODO DE DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA HISPANA DE CHILE

A partir de 1492 se inicia en América la acción de la cultura hispana que durante un lento proceso colonial, terminó por incorporar bajo su dominio a los grupos indígenas americanos. Este fue un largo proceso de contacto caracterizado también por los conflictos armados, la imposición colonización, el proceso de mezcla étnica entre integrantes de las sociedades hispana e indígena, incluyendo la mezcla de sus culturas y mentalidades.

Los estados que desarrollaron de esta empresa de conquista fueron España en gran parte de América Central y Sur, y el reino Portugal, que conquistó los territorios del actual Brasil. América del Norte y su población fue lentamente incorporada bajo el poder de Francia e Inglaterra.

La necesidad de una vía marítima hacia el Oriente, el perfeccionamiento de la cartografía y del transporte marítimo, así como la idea de redondez de la Tierra fueron las condiciones que permitieron emprender la empresa del Descubrimiento de territorios extraeuropeos por las potencias comerciales de entonces.

Portugal

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Las exploraciones de ultramar fueron iniciadas por Portugal, siendo su principal promotor el príncipe Enrique “El Navegante”. La ocupación de Ceuta en 1415, señaló los inicios de los viajes de reconocimiento de importantes territorios de la costa atlántica, tales como: las islas Azores, Cabo Verde, Madeira y Porto Santo. Lo mismo aconteció con el litoral occidental africano. Tras largos años de intento, Bartolomé Díaz descubrió el Cabo de las Tormentas que señalaba el fin de las costas del continente negro (1488). El nombre fue cambiado después por Cabo de Buena Esperanza, pues anunciaba la nueva ruta hacia las Indias, tarea cumplida diez años después por Vasco da Gama.

Portugal formó así algunos puestos de colonización en África, en la India y en las islas Molucas (Sumatra, Java Borneo). Importante fue también la participación de los lusitanos en la colonización del Brasil. En 1505, una expedición naval que se dirigía a la India al mando de Pedro Álvarez Cabral, se apartó de su rumbo y llegó al litoral brasileño, que recorrió en parte para luego retomar el rumbo a su destino. Ese fue el comienzo del interés de Portugal por colonizar Brasil.

España

Los descubrimientos oceánicos españoles comenzaron con la ocupación de las islas Canarias. Sin embargo, al comienzo, los esfuerzos hispanos se centraron, cuando ya Portugal iniciaba la colonización de sus puestos atlánticos, en afianzar el poder absoluto de la Monarquía. Una vez consolidada España como Estado Nacional, gracias a la acción de los Reyes Católicos -Isabel de Castilla y Fernando de Aragón-, se pudo continuar con las exploraciones transoceánicas.

Cristóbal Colón descubre un nuevo continente para los europeos

Colón, navegante genovés, llegó a concebir la idea de una esfera terrestre mucho menor que la verdadera, en forma tal que creía que navegando hacia el occidente por el Atlántico, se podía llegar rápidamente al Asia. No contaba con la existencia de otro continente que pudiera interponerse. Convencido de que sus ideas eran correctas, Colón pensó en una expedición para explorar la ruta al Asia. Creía que en un viaje de 2.400 millas a partir de las Canarias llegaría al fabuloso Cipango (Japón) y Cathay (China).

El proyecto de Colón fue rechazado por el consejo de sabios del rey portugués Juan II. Pasó entonces a España, en donde las ideas del navegante fueron finalmente acogidas. El 17 de Abril de 1492 se firmaron las Capitulaciones de Santa Fe, en las que se estipularon las condiciones en que la expedición se realizaría y las prerrogativas que tendría Colón. El 3 de Agosto del mismo año, zarpó Colón desde el Puerto de Palos, para dirigirse a las islas Canarias, de donde salía el 6 de Septiembre. El 12 de Octubre de 1492 arribó a la isla de Guanahani, a la que el Almirante denominó San Salvador. Colón, durante su primer viaje, exploró Las Bahamas, Cuba, Haití y Santo Domingo. En su segundo viaje (1493) reconoció Puerto Rico, Jamaica, Guadalupe y las Islas Vírgenes. En el tercer viaje (1498), recorrió la desembocadura del Orinoco, la Isla Margarita y Trinidad. Su último viaje, emprendido en 1502, recorrió las costas de Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá.

Las pretenciones territoriales de España y Portugal

El Papa Alejandro VI formuló la Bula Intercaetera (25 de septiembre de 1493), para zanjar las diferencias entre España y Portugal, entregándoles a los reyes de España, todas las tierras situadas de polo a polo al occidente de una línea demarcatoria trazada a 100 leguas al oeste de las islas Azores y del Cabo Verde.

Portugal se sintió perjudicado con esta delimitación y estableció negociaciones directas con España que los llevaron a un segundo acuerdo sobre la definición de las esferas de acción. Portugueses y españoles, reunidos en la ciudad de Tordesillas, acordaron un desplazamiento de la línea demarcatoria. Ésta quedó fijada a 370 leguas al oeste de las citadas islas. A partir de este momento Portugal quedó dueña de todas las tierras al oriente de la línea y España, de las localizadas al oriente. (7 de Junio de 1494: Tratado de Tordesillas.)

Rasgos de la conquista hispana en América

Los conquistadores de América, procedentes de España le concedieron al proceso de ocupación del territorio sus propias características. Estos elementos permiten explicar en gran parte la forma de cómo se realizó la conquista, ayudan a comprender la mentalidad y los motivos de los conquistadores.

La vieja mentalidad caballeresca y el nuevo espíritu del Renacimiento se entrelazan en la acción de los hombres que pasan a nuestro continente. Los sujetos que llegaron al Nuevo Mundo provenían casi exclusivamente del grupo de los hidalgos y de los villanos. Estos no pertenecían ni a la alta nobleza ni a la burguesía. Los hidalgos carentes de fortuna y en situación social desmedrada, eran un elemento propicio para cualquier aventura prometedora de buena recompensa. Pensaban poder alcanzar algún día la categoría de grandes señores, cosa que no podrían alcanzar en España. Por su parte, los villanos, más inquietos, verán en las nuevas tierras la posibilidad de mejorar su situación, sin las trabas sociales y los prejuicios que les aplastaban en España.

Las diferentes regiones de España participaron en proporciones variadas en los contingentes de la conquista. El mayor número de hombres vino de Andalucía, Extremadura, Castilla la Nueva, Castilla la Vieja y León. Es decir, de las regiones centrales y meridionales de la Península Ibérica.

La mentalidad medieval y los Ideales de los señores de la conquista

Entre ideales de los españoles que emprendieron la conquista, podemos mencionar la necesidad de riqueza fácil que les permitiera mejorar su situación. Esto se vio estimulado por los tesoros que algunas regiones les brindaron. El oro se convirtió así en el símbolo de las mayores ambiciones de estos hombres. Pasadas las primeras ilusiones, agotados los tesoros que estaban a la mano, los conquistadores comprendieron que la riqueza había que lograrla explotando la naturaleza y estableciendo el trabajo organizado. Poco a poco, se renuncia a la idea de volver a España y el mundo americano va cogiendo al conquistador. Es necesario trabajar los lavaderos de oro, explotar los productos tropicales y cultivar la tierra. De esta forma se van cumpliendo las ambiciones señoriales de estos hidalgos y villanos en América.

El otro ideal era el servicio al Rey. Como buen español, el conquistador era un vasallo sumiso, leal y amante de su monarca, a quien colocaba en segundo lugar después de Dios. La conquista también tuvo el sentido de cruzada religiosa: había que incorporar a la enorme población indígena a la fe cristiana, para que abandonaran sus antiguas costumbres y tradiciones, consideradas como paganas por los españoles. Es por esto que junto al conquistador siempre figuraba el sacerdote, quien muchas veces con su labor espiritual contribuyó a suavizar el rigor de la conquista.

El espíritu de aventura, tampoco fue ajeno a los hombres que vinieron a América.

Íntimamente ligado a lo anterior, están el espíritu creador y el afán de gloria que suele caracterizar a los conquistadores más vehementes. El propósito de muchos de ellos era formar nuevos pueblos y ligar su nombre a esa tarea para alcanzar la fama imperecedera.

Un aspecto muy singular de la conquista española fue la protección dada al indígena, que difícilmente puede encontrarse en otras conquistas. Es cierto que los conquistadores españoles cometieron toda clase de abusos y crueldades con los aborígenes. Pero la Corona, algunos de sus funcionarios y sus sacerdotes desplegaron una acción constante para evitar esos males. Ejemplo de esto fue Fray Bartolomé de Las Casas, quien hizo de su vida un verdadero apostolado al servicio de los indios.

Las formas de la conquista española

La empresa de conquista no fue completamente desordenada, sino que estuvo sujeta a ciertas regulaciones por parte de la Corona. Desde luego, cualquier expedición española debía ser autorizada previamente por el Rey o por alguno de sus jefes conquistadores, con atribuciones para hacerlo.

La forma más generalizada de autorización fue la celebración de un contrato entre el Rey y un capitán, en el cual se establecían los derechos y las obligaciones de ambas partes. Nos estamos refiriendo a una Capitulación.

El Monarca señalaba el territorio que debía ser conquistado y concedía privilegios al capitán: le otorgaba el título de gobernador, le facultaba para repartir tierras y la población indígena entre sus hombres, asignaba parte de los tesoros que se hallasen, etc.

Para equipar la expedición, el capitán echaba mano de todos sus recursos y muchas veces pedía préstamos a otros conquistadores enriquecidos o comerciantes, o formaba una sociedad con ellos. Cada soldado aportaba también lo que podía, sus armas, su caballo si lo tenía o cualquier otro implemento.

Las grandes expediciones se formaron en España, sobre todo en los momentos iniciales de la conquista, pero luego se formaron en América, en las regiones donde ya se habían establecido los españoles y había algunos recursos disponibles. Las islas del Caribe, México, Panamá y el Perú, fueron verdaderos focos de conquista, los cuales marcaron hitos sucesivos en el desplazamiento de los españoles por el continente.

La corona, por regla general, no ayudaba en el financiamiento de las expediciones, ni se preocupaba de organizar las fuerzas expedicionarias, ni de planificar su acción. Todo ello quedaba entregado al esfuerzo individual, a la capacidad de los conquistadores y a su espíritu de empresa. Tales características permiten afirmar que la conquista fue una empresa privada, pero no debe olvidarse que el Estado desarrolló una vigilancia general.

Dentro de este sistema, el jefe conquistador jugó un gran papel. Fue empresario, jefe militar y gobernador a la vez. Ha surgido dentro de la misma conquista como hombre valeroso, tenaz y hábil para el mando; ha alcanzado gran prestigio por sus hazañas y era respetado por sus compañeros. Algunos lograron cierta fortuna. Con dichas condiciones se podía obtener una autorización para emprender la conquista de algún otro territorio.

Tras el jefe se encontraba la hueste, siguiendo su estandarte. El grupo armado se cohesiona junto al capitán por la adhesión personal de cada soldado o de los capitanes inferiores, de modo que, para tener una hueste respetable y obediente, era esencial el prestigio del jefe conquistador. La buena opinión que existía sobre él, su fama de generoso, intrépido y buen militar, tenían un gran peso.

La buena suerte del jefe conquistador era también la buena suerte de sus hombres, así, cuando aquél obtenía la autorización para conquistar, los soldados se mostraban alegres y la hueste crecía en tamaño. Una vez que la conquista se ha realizado, los beneficios recaían sobre todos.

Después del jefe, sigue en categoría el maestre de campo y luego una serie de capitanes inferiores de mayor a menor prestigio. El sacerdote también fue una figura destacada, impuesto por las disposiciones de la Corona y las necesidades espirituales de los mismos expedicionarios.

Una vez que la expedición llegaba al territorio de destino y se fundaban una o más ciudades, la hueste se desintegraba lentamente y los soldados se transformaban entonces en vecinos de los nuevos poblados.

Los tipos de empresas de conquista

De esta relación entre el Monarca por un lado, y el particular solicitante de la autorización, por el otro, surgirán, de acuerdo a los objetivos planteados, diferentes tipos de empresa:

Empresa de Rescate: En ella el objetivo era el intercambio con los aborígenes de baratijas u objetos de poco valor, por piedras preciosas, oro y plata. El empresario debía entregar el 20% de lo ganado al Monarca.

Empresa de Indios o Cabalgada: Este tipo de empresa consistía en apresar indios para venderlos posteriormente como esclavos. La esclavitud indígena tuvo como fundamentos jurídicos el hecho de ser sorprendidos levantados en armas contra el Monarca (Guerra Justa) y las Reales Cédulas (normas entregadas por la Corona) de los años 1513 y 1515 que autorizaron la esclavitud indígena cuando éstos se resistían a ser evangelizados.

Empresa de Conquista: Esta tiene como finalidad asentarse definitivamente en un lugar para lo cual debe disponer de la mano de obra indígena ya en forma de esclavos o como indios encomendados. El individuo que participa lo hace para obtener riquezas con lo cual ascender socialmente. Fama, prestigio, riquezas fueron los móviles básicos de este tipo de empresa.

Etapas de la conquista de América

Conquista y colonización de las Antillas: Las principales islas situadas en el Caribe fueron los primeros lugares ocupados por los españoles. Sus indígenas fueron sometidos o diezmados desde el primer momento y los conquistadores pudieron así disponer de bases de operación más o menos seguras.

Panamá y el desplazamiento hacia el Pacífico: Poco antes de la conquista de México, varias expediciones provenientes de España y de las islas del Caribe exploraron las costas pertenecientes hoy a Panamá y Colombia. Estas expediciones tuvieron una suerte desgraciada por los ataques de los indios, los peligros de la naturaleza y los odios que dividieron a los propios conquistadores. De esta etapa, destacan las figuras de Vasco Núñez de Balboa, quien descubrió el Océano Pacífico, bautizado entonces como Mar del Sur, y Pedrarias Dávila, quien en 1519 fundó la ciudad de Panamá. Panamá fue el primer establecimiento en la costa del Pacífico que se transformó en un centro de nuevas exploraciones y del cual dependería la conquista del Perú.

Conquista de México: En 1519 llegó a las costas mexicanas Hernán Cortés. Después de una resistencia feroz de los Tlascaltecas, éstos se aliaron a él, quien parte a ciudad de México. Ahí Moctezuma lo recibió con gran pompa. Para asegurar su permanencia en la ciudad, Cortés lo tomó prisionero y destruyó los ídolos de los templos. Posteriormente, Moctezuma murió. La permanencia en la capital se hizo insostenible. Cortés y sus hombres esperaron la noche para salir sigilosamente, siendo sorprendidos por los naturales. Durante el combate murieron muchos españoles y se perdió casi todo el equipo. Este episodio fue conocido, más tarde como La noche triste. Más tarde, Cortés rehizo sus tropas con las cuales prosiguió la lucha, sitiando la capital, ayudado además por tropas auxiliares de indios amigos. Los aztecas, capitaneados por Cuauthemoc, opusieron una resistencia desesperada durante más de dos meses y los españoles debieron ganar la ciudad casa por casa. Sobre las ruinas de la ciudad azteca los españoles construyeron su propia capital. Desde aquel momento fue fácil extender la dominación. Cortés despachó a varios capitanes que prolongaron la Conquista hacia las costas del Pacífico y Centroamérica

Conquista del Perú: Fue realizada por Francisco Pizarro, Diego de Almagro y el sacerdote Fernando de Luque. Partieron en 1531. La empresa se vio favorecida por el hecho de llegar justo cuando el imperio inca estaba dividido por una guerra civil entre los hermanos Huáscar y Atahualpa. Los españoles capturaron a Atahualpa siendo después condenado a muerte. Una vez tomado el Cuzco, que no ofreció resistencia Pizarro fundó Lima o la Ciudad de los Reyes. Luego comenzaron las disputas de poder entre Pizarro y Almagro con motivo de la posesión del Cuzco. Para solucionar estas diferencias y también para dejar satisfechos a otros aspirantes a conquistadores fue que Carlos V promulgó las capitulaciones de 1534, por las que dividió los territorios conquistados y a conquistar en cuatro fajas ordenadas de norte a sur. La delimitación entre las zonas asignadas a Pizarro y Almagro presentó el problema de la ciudad del Cuzco: en efecto, la discusión se centró en la posesión efectiva sobre ella alegada por ambos conquistadores. Es debido a esto, entre otras causas, que Almagro viene a Chile.

Conquista del Río de la Plata: Las expediciones de Solís (1515) atraen el interés por aquella región. En 1535 Pedro de Mendoza inicia la exploración del territorio, fundando en 1536 Buenos Aires. Debido a las malas condiciones del terreno, el hambre y el hostigamiento de los indios, Mendoza abandonará la ciudad. Esta será refundada en 1580. Anteriormente, en 1537, se había fundado la ciudad de Asunción.

Módulo 2: Historia de Chile



Descubrimiento y Conquista de Chile

Descubrimiento desde el mar austral: la empresa de circunnavegación del globo de Hernando de Magallanes

Portugal era dueño de Brasil, pero España tenía el dominio del Océano Pacífico. Sin embargo, faltaba hallar el canal que permitiera el paso de un océano a otro y poder, entonces, llegar a la India por la vía de América sin necesidad de costear el África y doblar el Cabo de Buena Esperanza. La búsqueda del paso interoceánico era preocupación esencial de España y Portugal.

En este contexto se presenta a la corte española el hidalgo portugués Hernando de Magallanes, y logra obtener apoyo financiero para ir a las islas Molucas por la ruta de Sudamérica. Para llegar a destino debía, primero, descubrir un paso interoceánico.

Con cinco carabelas y cerca de 400 hombres, Magallanes salió de San Lúcar de Barrameda en Septiembre de 1519. En diciembre llegaba a la bahía de Río de Janeiro; en enero, divisa el centro de Montevideo; en marzo llegaba al sector de San Julián en la Patagonia, donde decidió pasar el invierno. Por esos momentos la soledad, el hambre y el rigor de la navegación suscitaron descontentos que se expresaron en un motín, duramente aplastado por el capitán portugués.

Meses más tarde, luego de varios intentos frustrados y decenas de exploraciones, descubre el estrecho que con el tiempo llevaría su nombre: era el 1° de Noviembre de 1520 y lo bautizó como Estrecho de Todos los Santos.

La posteridad conservó los nombres que diera Magallanes a las comarcas adyacentes al estrecho. Éste fue el único que no mantuvo el nombre que le diera su descubridor. Las grandes huellas sobre la arena indujo al navegante a llamar a los habitantes de la zona como patagones. Desde entonces la región de llanos al norte del estrecho recibió el nombre de Patagonia. De otro lado, Tierra del Fuego se llamó al área situada al sur del estrecho, donde se habían situado muchas fogatas. Al Mar del Sur, Magallanes lo llamó Pacífico por la calma de aquellos días.

Después de salir del estrecho, la expedición prosiguió hacia el norte, torciendo al noroeste a la altura de las islas Juan Fernández, internándose en el Océano Pacífico que le llevó al Asia.

Las islas Marianas y las Filipinas fueron otros descubrimientos de Magallanes. Más adelante, el navegante murió en la zona tras enfrentarse con un grupo de indígenas. Su última nave, La Victoria, luego de dar la vuelta al África y completar el primer viaje alrededor del globo, entró en Lúcar de Barrameda en septiembre de 1522, al mando de Juan Sebastián Elcano.

Descubrimiento de Chile

La conquista del Perú se ligó a Chile íntimamente en sus consecuencias. Una vez asentados los castellanos en él, Perú se transformó en un centro dinámico de la expansión conquistadora. Cuando aún no concluía el sometimiento de los incas, Francisco Pizarro y Diego de Almagro enviaron un emisario a España a dar cuenta al monarca de su acción conquistadora y a pedir diversas concesiones. En relación a estas últimas en 1534, el emperador Carlos V dividió la América meridional en varias gobernaciones. A la gobernación de Pizarro -Nueva Castilla- agregó 70 leguas, prolongándola hasta las inmediaciones del Cuzco. Seguía la gobernación de Nueva Toledo, otorgada a Almagro, que comprendía desde la latitud de las islas Chinchas hasta Taltal, aproximadamente.

Enterado Almagro de la concesión que se le hacía -Nueva Toledo-, se preparó para conquistarla. Desde hacía varios años deseaba conquistar su propio territorio, pese atener una buena situación en el Perú, empañada únicamente por los roces con Francisco Pizarro, con quien disputaba la rica ciudad del Cuzco, postulando cada cual la pertenencia de la ciudad a su propia gobernación.

El deseo de Almagro de dirigirse al sur no obedecía solamente a una decisión personal; era el deseo de varios de sus hombres que no habían alcanzado grandes beneficios en el Perú y pensaban que en Chile encontrarían el oro de sus ansias. Estas expectativas eran alimentadas por los indígenas peruanos, quienes, interesados en desembarazarse de los extraños, presentaban a Chile como un país riquísimo.

La expedición a las tierras australes

Pronto el conquistador reunió un gran número de soldados de entre los recién llegados al Perú y, por cierto, de entre sus amigos y seguidores. Para equipar la expedición, Almagro hubo de hacer enormes gastos.

Listos los preparativos, Almagro salió del Cuzco el 3 de julio de 1535. Marchó por los caminos andinos del altiplano, rodeó enseguida la ribera occidental del Lago Titicaca, atravesó el desaguadero y llegó a Paria. Aquí realizaron diversos preparativos para continuar con el viaje, después de un mes de estadía continuaron el viaje hasta llegar a Tupiza donde los esperaba el príncipe incaico Paullo Tupac y el Villac Umu, quienes tenían la tarea de facilitar a Diego de Almagro la penetración en territorio chileno. De Tupiza los expedicionarios avanzaron en medio de constantes ataques indígenas, hasta Chicoana, en donde debieron esperar que disminuyera la nieve que cubría los pasos cordilleranos. La travesía de la Cordillera se realizó por el paso de San Francisco, frente a Copiapó. Esta travesía fue tremendamente dura. Ante esta situación Almagro decidió adelantarse con veinte hombres a caballo y bajó al valle del Copiapó. La expedición estaba salvada.

El primer español pisaba tierra chilena en 1536 y con él lo hicieron 240 soldados y más de 1500 indígenas.

El territorio chileno en la conquista inicial

Una vez asentado en el valle del Copiapó, el adelantado debió afrontar la hostilidad de los indios de Huasco y Coquimbo, por lo que tuvo que hacer sangrientos escarmientos. Almagro avanzó al sur e instaló su campamento en Aconcagua, en donde encontró uno de los barcos que zarpó desde el Callao.

Diego de Almagro se instaló en el valle del Aconcagua. Luego comenzó la exploración de las regiones cercanas. Juan de Saavedra llegó a una bahía poblada por los indios Changos, a la cual bautizó como Valle del Paraíso (Valparaíso).

El reconocimiento más importante lo realizó el capitán Gómez de Alvarado junto a 80 hombres hasta el río Itata. En el trayecto hubo de combatir contra las lluvias y las inundaciones. Tras encontrar fiera resistencia araucana en el combate de Reinohuelén, donde por primera vez los mapuches y españoles cruzaron armas, Gómez regresó al valle del Aconcagua.

La inexistencia aparente de oro, el atractivo que aún ejercía el Perú, cuyos tesoros y minas no debían estar agotadas, constituyeron las principales motivaciones para regresar.

La triste experiencia sufrida en las alturas andinas llevó a Almagro y a los suyos a elegir una nueva ruta: la del desierto costero. De vuelta en el valle de Copiapó, atravesaran el Despoblado de Atacama hasta la localidad de San Pedro y desde allí prosiguieron hacia el Norte sin tropiezos serios.

En los primeros meses de 1537, sin cumplir la primitiva intención de conquista, la hueste de Almagro llegaba a las cercanías del Cuzco. El retorno de Almagro agravó sus diferencias con Pizarro y sus hermanos. En abril de 1538 las dirimías con las armas en la batalla de Las Salinas. Almagro, postrado por la sífilis, contempló la derrota de los suyos. Una vez en manos de los Pizarro, tras parcial proceso, Almagro fue ejecutado. Sus hombres derrotados y sin jefe ni dinero, fueron burlonamente llamados “Los de Chile”.

La conquista de Chile

Pedro de Valdivia y su expedición a Chile.

La expedición de Diego de Almagro dio fama de pobre a nuestro territorio, pero a pesar de ello un capitán español, maestre de campo de Francisco Pizarro, don Pedro de Valdivia, decidió venir a conquistar Chile.

Después de insistirle a Pizarro, logra el permiso deseado a fines de Abril de 1539. Pizarro lo nombró entonces Teniente de Gobernador en Chile. Una vez conseguida la autorización, Valdivia se dio a la tarea de organizar su empresa. La labor era grande, pues el convencimiento de la pobreza del país y la certeza de que la empresa era temeraria y difícil le cerró las puertas del crédito y, lo que es peor aún, le restó soldados a la formación de su hueste.

Finalmente sólo logró juntar cerca de 10 hombres y una mujer, Inés de Suárez. Las esperanzas parecían esfumarse, mas la decisión de Valdivia no fue derrotada. La primera de las esperanzas que aparecieron en el horizonte de Valdivia, fue haber logrado interesar al comerciante Francisco Martínez, quien aportó la cantidad de 9.827 pesos en mercaderías, a cambio de la mitad de las utilidades que produjera la conquista. La segunda de las esperanzas estaba centrada en conseguir soldados provenientes de las expediciones que fueron hacia el Altiplano, siempre y cuando las dificultades de ellas las hicieran fracasar. Como si esto fuera poco, cuando ya lograba un cierto dominio de la situación, una nueva dificultad se le puso en su camino. Pedro Sancho de la Hoz, antiguo secretario de Pizarro, regresaba de la península trayendo consigo una Real Cédula, que le hacía gobernador de las tierras al sur del Estrecho de Magallanes. Después de varias entrevistas Pizarro logró que Valdivia aceptara a Sancho de la Hoz como socio de la empresa. Mediante contrato, Sancho de la Hoz se comprometió a dar cincuenta caballos, doscientas corazas y dos navíos cargados de mercaderías para el sustento de la empresa.

La marcha hacia Chile.

A comienzos de Enero de 1540, Pedro de Valdivia salía del Cuzco con sólo 11 soldados. Tomó el camino de los desiertos, es decir, el mismo que había recorrido Almagro en su viaje de regreso. En el camino había reclutado a algunos hombres, los que no eran suficientes para continuar con la empresa. Valdivia esperó con paciencia la llegada de refuerzos. Pronto comenzaron a unírseles gente como Rodrigo de Araya, quien venía con 16 hombres; 70 individuos de la recién abortada expedición de Diego de Rojas a los Chuncos, al mando de Francisco Villagra. Venían allí capitanes de gran valor como el propio Villagra, Jerónimo de Alderete, Juan Jufré, Juan de Cuevas y el clérigo Rodrigo González Marmolejo. De Tarapacá la columna puso marcha hacia el sur y llegó hasta la región de Atacama, en donde le esperaba Francisco de Aguirre con un contingente de 25 soldados. Después de permanecer en la región dos meses, la hueste puso rumbo a Copiapó. Llegado a este punto recibió Valdivia un nuevo refuerzo de cerca de 20 personas. En este Valle, tomó el capitán posesión del territorio en nombre de su Majestad y del Marqués Pizarro.

Fundación de la ciudad de Santiago.

En diciembre de 1540, Valdivia se encontraba a la vista del valle del Mapocho, lugar del que sin duda tenía referencias y en donde él pensaba fundar la primera ciudad. La elección del sitio obedeció con toda seguridad a la naturaleza del suelo, sano y fértil, regado por diversas acequias que salían del Mapocho, lo que permitía criar animales y obtener buenas cosechas. Otro de los méritos que tenía el valle elegido era sin duda la situación estratégica favorable que presentaba el cerro Huelén y los dos brazos del río. Desde allí se podría observar los movimientos de los indígenas del valle y se podría presentar resistencia frente aun eventual ataque. El 12 de Febrero de 1541 decretó don Pedro de Valdivia la fundación de la ciudad, que recibió el nombre de Santiago del Nuevo Extremo.

Se ordenó al recién nombrado Alarife, don Pedro de Gamboa, delinear el trazado de la ciudad, siguiendo los dictados de las ordenanzas reales que existían para el efecto: éstas determinaban la configuración de un plano cuadrado, llamado Damero o Tablero de Ajedrez.

Durante los primeros días de la conquista, se hizo circular profusamente entre los indígenas, la noticia de la muerte del Marqués Francisco Pizarro. Los españoles de Chile, creyendo la información, pensaron que la guerra civil había estallado. Como hasta entonces los poderes de Valdivia sólo emanaban de Francisco Pizarro, el cabildo llamó a una asamblea extraordinaria. Esta asamblea lo eligió Gobernador y Capitán General en nombre de su Majestad.

El primer levantamiento indígena

La necesidad de mantener la conquista, atrayendo gentes y pertrechos de guerra desde el Perú, hicieron pensar a Valdivia que era necesario extraer oro de la tierra y sus esfuerzos se encaminaron hacia ese fin. Así puso en marcha los lavaderos de oro de Marga-Marga. Paralelamente a los trabajos de extracción, Valdivia ordenó construir en las playas de Concón un barco. Meses más tarde, los trabajos debieron ser suspendidos, pues los indígenas cayeron sobre ambas obras y mataron a los españoles. La rebelión cundió rápidamente. Valdivia se dio cuenta que pronto sería atacado por la totalidad de los indígenas del Aconcagua, Mapocho y Cachapoal y creyó conveniente dispensar las concentraciones de los naturales, antes de que éstas se hicieran una sola. Con este propósito, marchó al Cachapoal con cerca de cien soldados. En Santiago, quedaron 50 soldados a las órdenes de Alonso de Monroy. Al darse cuenta los indígenas, comandados por el Toqui Michimalongo, de la escasa guarnición que tenía la ciudad, cayeron sobre ella en septiembre de 1541. El objetivo era liberar a los caciques que Pedro de Valdivia mantenía presos y dándose cuenta de ello, doña Inés de Suárez, corrió al lugar que servía de cárcel y espada en mano, les cortó las cabezas y las arrojó a los indígenas, eliminando con ello el objeto del ataque. Sin embargo, la ciudad ya estaba completamente en ruinas.

Pedro de Valdivia regresó a Santiago y ordenó la reconstrucción de la ciudad. Pero la falta de alimentos se hizo cada vez más angustiosa para los españoles. Por este motivo, Pedro de Valdivia decidió enviar algunos emisarios a Perú, con la misión de conseguir ayuda. Éstos llevaron consigo todas las piezas de oro para atraer el socorro tan esperado.

Los esfuerzos llegaron mucho tiempo después, en 1543, en la nave El Santiaguillo. Después arribaría Juan Baustista Pastene, el que dio a Valdivia la noticia de la insurrección de Gonzalo Pizarro contra el propio monarca español, Carlos V. Éste había enviado a don Pedro La Gasca al Perú, con la misión de pacificar el territorio. Valdivia, ante estos sucesos, decidió viajar al Perú, para ponerse a las órdenes del Rey. Allí combatió entonces contra los pizarristas insurrectos. El virrey La Gasca, en compensación, confirmó a Valdivia en su cargo de Gobernador de Chile, fijándole como límites de su gobernación los paralelos 27° L.S y 41° L.S. y 100 leguas de mar a cordillera.

La exploración del Territorio

Pedro de Valdivia inició, una vez que dispuso de los recursos necesarios, la exploración del territorio y la fundación de ciudades para asentar el dominio.

Exploración de la costa por Juan Bautista Pastene, 1544. Valdivia, una vez en nuestro territorio, encomendó a Juan Bautista Pastene la exploración de la costa sur del territorio. Para eso lo nombró teniente del Capitán General en el mar. Pastene llegó hasta la Bahía San Pedro, y en su viaje de regreso descubrió los ríos Valdivia y Bío-Bío, en 1544.

Exploración del extremo austral. Francisco de Ulloa y Francisco Cortés. 1553. Pedro de Valdivia no quedó conforme con la expedición de Pastene, ya que lo que deseaba era el dominio en la parte austral del territorio, por lo que decidió enviar a Francisco de Ulloa y a su ayudante F. Cortés a explorar dicha región. Sólo lograron navegar por el Estrecho en el sentido inverso al realizado por la expedición de Magallanes.

Fundación de ciudades. El esfuerzo fundacional hispano.

La Serena, 1544. Valdivia encomendó a Juan Bohón la fundación de una ciudad al norte del territorio. Juan Bohón al explorar la región determinó un área cercana a la costa, donde fundó La Serena. Poco tiempo después, la ciudad fue destruida por un ataque de los indígenas de la región, pero fue nuevamente reconstruida por Francisco de Aguirre.

Concepción, 1550. Valdivia partió de Santiago con un grupo de españoles e indios con destino al sur. En la región del río Bío-Bío fue atacado por los araucanos en el combate de Andalién. Valdivia retrocedió y se instaló en lo que es hoy la ciudad de Penco y allí fundó Concepción en 1550. Con esto, pudo controlar los lavaderos de oro de Quilacoya y Talcamávida.

La Imperial, 1552. Pedro de Valdivia siguió el viaje al sur y en el lugar en que se encuentra hoy Carahue fundó la ciudad de La Imperial, en 1552. Le dio este nombre por unas águilas (seguramente eran cóndores) que pendían en los frentes de las rucas de los araucanos.

Valdivia, 1552. La expedición se dividió y un grupo quedó al mando de Valdivia y otro, de Alderete. El grupo de Valdivia continuó su viaje hacia el sur y en los márgenes del río Calle-Calle, fue fundada esta ciudad.

Villarrica, 1552. El grupo dirigido por Jerónimo de Alderete recibió la misión de fundar una ciudad en las cercanías del lago Mallalauquén. Se le dio el nombre de Villarrica, debido a los comentarios de la existencia de minas de oro y plata difundidos por los indígenas.

Fundación de Fuertes.

Al fundar la ciudad de Valdivia, don Pedro decidió regresar. En su viaje de regresó fundó tres fuertes: Arauco, Tucapel y Purén.

Otras ciudades:

Los Confines, 1553. Valdivia para dejar asegurado el dominio español en la región de la Araucanía que sirviera de enlace con el espacio ya pacificado, fundó Los Confines, cerca de la actual Angol. Valdivia deseó extender su territorio y envió a Alderete a España a solicitar los títulos de dominio sobre el Estrecho.

Santiago del Estero, 1553. Valdivia, queriendo extender la dominación española al otro lado de Los Andes, encargó a Francisco de Aguirre la fundación de esta ciudad

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Término del gobierno de Pedro de Valdivia.

Pedro de Valdivia se confió al creer que con la fundación de ciudades había logrado asentar el dominio español en Chile, pero los indios araucanos estaban muy lejos de dicha apreciación. Además, un error de nuestro conquistador fue fundar las ciudades muy distanciadas entre sí.

En 1553, los mapuches atacaron nuevamente a los españoles. Ahora estaban dirigidos por un hábil estratega: el Toqui Lautaro. Gracias a su plan de ataque, lograron triunfar sobre los españoles en Tucapel. En este ataque tomaron prisionero a Valdivia y le dieron muerte.

Anarquía tras la muerte de Valdivia: la lucha por la sucesión al poder.

Después de conocerse la muerte de Valdivia, se abrió su testamento. En él se establecía que el sucesor en el mando debía ser Jerónimo de Alderete y en caso de ausencia de éste, debía asumir Francisco de Aguirre. Al momento de abrirse el testamento, ambos se encontraban ausentes. Ante dicha situación, los cabildos del sur nombraron a Francisco de Villagra.

Asumido su cargo, Villagra salió al encuentro de Lautaro en la batalla de Marigüeñu en 1554. El triunfo fue para los araucanos.

La situación de los españoles resultó agravada por las pugnas internas entre Villagra y Aguirre, quien había regresado de Tucumán, y que reclamaba su derecho a asumir como gobernador. En el intertanto, y sin que en Chile se tuviera conocimiento de ello, el Rey había nombrado para ese cargo a Alderete, quien, sin embargo, murió en el camino.

La ofensiva de Lautaro y su fin en Peteroa, 1557.

La rebelión de Lautaro se guiaba por un plan que consistía en avanzar hacia Santiago y liberar definitivamente el territorio. Para esos efectos pensaba contar con el apoyo de los indios Picunches, especialmente de aquellos sometidos a la encomienda, a los que pretendía liberar y sumar a su ejército. Sin embargo, el plan no pudo culminar exitosamente. Con pocos guerreros araucanos, Lautaro fue sorprendido en su campamento de Peteroa en Abril de 1557, encontrando la muerte.

Al mismo tiempo, para terminar las disputas entre Villagra y Aguirre, el Virrey del Perú Andrés Hurtado de Mendoza relevó a ambos de sus cargos y envió a su hijo García Hurtado con el título de Gobernador de Chile.

El gobierno de García Hurtado de Mendiza.

Bajo el gobierno de Hurtado de Mendoza, la situación de la gobernación cambió sensiblemente. Chile pasó de la extrema pobreza de los primeros días, a una pobreza soportable. Los gastos de la expedición fueron amortizados con las cajas reales del Perú y ya no fue necesario destinar el oro de los lavaderos para los costes de la guerra: este preciado metal fue empleado entonces para comprar los artículos indispensables de la vida de los conquistadores.

Como ya sabemos, García Hurtado llegó con un séquito impresionante y esto atrajo a varios mercaderes y trabajadores. Por otra parte, el rendimiento de los lavaderos aumentó considerablemente. Se descubrieron minerales auríferos en Osorno y en Madre de Dios, cerca de Valdivia, y se pusieron en explotación los de Quilacoya, en Concepción. La población aumentó en gran medida con los cuatrocientos cincuenta soldados y marineros que acompañaron a don García y la venida de nuevas mujeres españolas aportaron un poderoso contingente a la vida familiar. El aspecto de las ciudades también cambió. Se construyeron numerosos templos, se levantaron nuevos solares y en cada ciudad se levantó un hospital. En Santiago, se destinaron nuevas rentas para el Hospital San Juan de Dios, fundado por Valdivia.

Los últimos gobernadores del siglo XVI

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Los sucesores de Hurtado de Mendoza pertenecieron al grupo de los primeros conquistadores. Fueron ellos Francisco de Villagra, Pedro de Villagra, quienes fallecieron prematuramente, y Rodrigo de Quiroga. En 1567 el gobierno de Chile fue confiado por Felipe II a la Real Audiencia, Supremo Tribunal Judiciario. Se fijó su residencia en Concepción a objeto de que desde allí dirigiese la guerra de Arauco. Este organismo fracasó en la dirección militar y el mando recayó en su Presidente, el doctor Melchor Bravo de Saravia. El gobierno de Bravo fue fecundo en calamidades, como las sucesivas derrotas a manos de los mapuches y el gran terremoto que destruyó Concepción, en 1570.

Rodrigo de Quiroga reemplazó luego a Bravo de Saravia. Con él prosiguieron los desastres, como otro gran sismo que destruyó importantes ciudades del sur: Villarrica, La Imperial, Osorno, Valdivia y Castro; una nueva insurrección mapuche dirigida por el mestizo Alonso Díaz, y la aparición de los corsarios ingleses en el Estrecho de Magallanes. Luego le sucede el interinato de Martín Ruiz de Gamboa, quien fundó -hacia 1580- en la ribera norte del río Itata la ciudad de San Bartolomé de Chillán.

Entre 1583 y 1592, Chile tuvo un nuevo gobernador llamado Alonso de Sotomayor. Éste estimó que la pacificación no podría realizarse mientras no se contase con un numeroso Ejército de Línea. Solamente pudo vencer a las bandas del mestizo Díaz.

El sucesor de Sotomayor fue don García Oñez de Loyola. Oñez mandó fundar la ciudad de Santa Cruz, cerca de la confluencia del Bío-Bío con el río Laja (1594). Como el Toqui Pelentaro organizase una formidable insurrección, marchó contra él. Sin embargo fue sorprendido y muerto con casi todos sus acompañantes en Curalaba, a orillas del río Lumaco: era el año de 1598.

La insurrección se extendió por todo el sur. Las ciudades fundadas en tiempos de la conquista fueron tomadas y abandonadas. El siglo XVI dejaba a Chile en la más espantosa situación: sólo desastre y miseria. Cayeron Valdivia y Santa Cruz en 1599; La Imperial y Angol en 1600, Villarrica en 1602, Osorno y Arauco en 1607.

Módulo 3: Historia de Chile



EL PROCESO DE COLONIZACIÓN HISPÁNICA

Instituciones de la colonia en Chile

La encomienda

La principal forma que tuvo la Corona para premiar los servicios de los conquistadores fue la concesión de encomiendas. El régimen de encomienda era una cesión que la Corona hizo a los conquistadores del derecho a percibir tributos que ella recibía de los aborígenes, en su calidad de vasallos. Los reyes castellanos otorgaron este derecho al encomendero para cumplir su deber de evangelizar a los indígenas y para retribuir a sus súbditos la labor realizada para afianzar su soberanía en las Indias.

Las concesiones daban derecho al agraciado para gozar la encomienda durante toda su vida y muerto él, este derecho lo heredaba su hijo mayor, quien lo disfrutaba mientras vivía. Pasadas esas dos vidas, el territorio y los indios designados debían volver a poder soberano y sus gobernadores disponían de ellos en favor de otra persona. En la práctica esta situación varió y muchos fueron los casos en que esta tuvo una larga duración.

El interés de los españoles en la obtención de encomiendas fue un gran motor de la conquista, que permitió utilizar enormes contingentes de masa indígena como fuerza de trabajo.

Provistos los conquistadores de terrenos que hacer producir y de indios que hacer trabajar, dedicaron sus esfuerzos, primero que nada, al laboreo de las minas. Sin embargo, la pronta extinción de las riquezas auríferas cambió el trabajo del indio, que fue luego destinado a faenas agropecuarias. En Chile, la encomienda se abolió en 1791.

La servidumbre indígena: el trabajo obligatorio

Los indígenas constituyeron una fuerza de trabajo indispensable. Su condición de indios sometidos era equivalente a la de los esclavos antiguos.

El trato dado por los encomenderos a sus indios fue generalmente riguroso y aún cruel. Estos abusos crearon en algunos círculos eclesiásticos e intelectuales un fuerte movimiento en contra d ella institución. El rey, asesorado por teólogos y juristas, dictó abundantes disposiciones que tendieron a proteger al indígena.

En Chile, durante el gobierno de García Hurtado de Mendoza, se promulgó en 1559 un primer cuerpo de disposiciones que regulaban las relaciones entre españoles e indios. Este fue la Tasa de Santillán, la cual mantenían el servicio personal, pero limitaba la edad de los indios destinados a esas labores; se establecieron además las mitas, que eran turnos de trabajo. Los naturales que se dedicaron a faenas mineras tendrían derecho a recibir 1/6 del oro extraído.

Sin embargo, los abusos continuaron, y en 1580 la Corona aprobó un nuevo cuerpo de disposiciones: la Tasa de Gamboa, que sustituía el servicio personal por un tributo en oro y especies, y propendía a la agrupación de pueblos de indios, de donde éstos saldrían a alquilar libremente su trabajo. Esta tasa, empero, tuvo poca aplicabilidad y se hubo de volver a la Tasa de Santillán, la cual perduró durante el resto del siglo XVI.

En el siglo XVII, fueron promulgadas dos nuevas tasas. La Tasa de Esquilache, promovida por el Padre Luis de Valdivia, disponía un salario para el indígena y, por lo tanto, su materialización fue nula. Esta disposición de naturaleza ilusoria fue desplazada por la Tasa de Laso de la Vega, la cual establecía que el pago del indígena debía ser de 10 pesos, siendo optativo hacerlo en dinero, especies o e trabajo (40 días se pagaba el total).

Organización Colonial: Instituciones de administración y gobierno

La jerarquía, la vigilancia mutua y la duplicidad de funciones fueron las principales características de las instituciones de gobierno colonial. El gobierno de las más apartadas regiones, estaba supervigilado por otras instituciones más poderosas, las cuales, a su vez, estaban sometidas a la autoridad real.

La jerarquía del sistema de gobierno y administración se muestra en una serie escalonada de instituciones que se inicia con la figura misma del monarca. Por orden de importancia serían las siguientes: Consejo de Indias, Casa de Contratación, Virreyes, Reales Audiencias, Gobernadores, Corregidores y Cabildos.

Los reyes de España eran monarcas absolutos: disponían de todo el poder, imponían las leyes y administraban el Estado. La justicia también dependía de éstos, pero no actuaban en forma caprichosa, sino que debían respetar las leyes y escuchar las peticiones de sus súbditos.

Consejo de Indias.

Para atender los asuntos de sus vastos dominios, los soberanos españoles contaban con diversos consejos. El encargado de América era el Consejo de Indias. Creado por Carlos V en 1524, con sede en Sevilla. Estaba integrado por un residente y cinco consejeros especializados en distintos asuntos de gobierno. El Consejo de Indias era un organismo autónomo que sólo daba cuenta de sus actos al rey. Entre sus facultades se contaba estudiar todos los problemas de las colonias, recibir informes y preparar las Reales Cédulas. Estudiaba, además, las designaciones de autoridades americanas. Era tribunal de justicia de última instancia, pero normalmente los asuntos judiciales se resolvían en América. Enviaba visitadores. Como entidad moral y religiosa residían en él los derechos del Real Patronato, que era un conjunto de disposiciones jurídicas mediante las cuales el Papa confirió ciertas atribuciones a loa reyes para la administración de la Iglesia en América.

Casa de Contratación.

Otro organismo importante, aunque subordinado al anterior, fue la Casa de Contratación, el cual controlaba todo lo relacionado con el comercio americano. Fue creado en 1503, siendo la primera institución fundada para velar asuntos indianos. Cuidaba, por ejemplo, de la formación de las flotas que partían a América, llevaba el registro de los pocos mercaderes autorizados para enviar cargamento, revisaba las mercaderías y controlaba el paso de las personas. Tenía también jurisdicción sobre los juicios de comercio.

Virreyes y Gobernadores.

Para el gobierno de América, los reyes establecieron virreyes y gobernadores, quienes representaban a la Corona en Indias.

Los virreinatos constituían, desde luego, el núcleo primordial de la organización administrativa. En nuestro continente podemos distinguir los siguientes:

Virreinato de México o Nueva España. Fue creado en 1534 y abarcaba todas las tierras al norte de Panamá.

Virreinato del Perú. Fue creado en 1542 y abarcaba todas las tierras al sur de Panamá.

Virreinato de Nueva Granada. Fue creado en 1717 y cubría los territorios que comprenden hoy a los países de Colombia, Venezuela y Ecuador.

Virreinato de l Río de la Plata o Buenos Aires. Fue creado en 1776 y estaba integrado por los territorios que son hoy Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia (Alto Perú).

Los virreyes representaban al rey en los enormes territorios de los virreinatos. Eran asesorados por las Reales Audiencias. Los virreyes eran nombrados por el rey a propuesta del Consejo de Indias. Sus atribuciones eran:

- Mandar al Ejército.

- Nombrar y remover a los demás funcionarios, exceptuando aquellos que recibían nombramiento directo del rey.

- Administrar justicia civil y penal como supremo juez.

- Ejercer el Derecho de Patronato Eclesiástico y, bajo el título de vicepatrono de la Iglesia, intervenía en el nombramiento de los párrocos.

- Repartir provisionalmente las tierras y los indios entre los individuos que estimaba más meritorio. Estaban sometidos a juicios de residencia y a las visitas de los jueces.

Los virreinatos estaban territorialmente divididos en Gobernaciones, a cargo de un gobernador. Este funcionario se asesoraba generalmente, igual que el virrey, por una Real Audiencia, para todos los asuntos políticos y administrativos. Los poderes de los gobernadores eran menores que los que tenían los virreyes, pero no diferían mucho en cuanto a las materias que debían preocuparse.

Las Capitanías Generales se denominaban a todas aquellas gobernaciones en donde existía actividad militar. En estos casos, el gobernador era, al mismo tiempo, jefe de los ejércitos reales con nombre de capitán general.

Corregimientos e Intendencias.

Las Gobernaciones y Presidencias estaban constituidas por Corregimientos. Los corregidores se preocupaban del cobro de algunos impuestos y de las obras públicas de sus provincias, cumplían algunas funciones judiciales y debían velar por el bienestar y protección de la población indígena.

Una de las reformas más importantes efectuadas por los Reyes Borbones del siglo XVIII fue la creación de las Intendencias. Esta reforma se hizo inevitable debido a la mala administración española desde el siglo XVII. En 1786 fueron creadas las intendencias en la Capitanía General de Chile y en el Virreinato de Nueva España. Los intendentes tuvieron atribuciones más completas que los antiguos corregidores y administraron territorios más extensos, ya que muchas veces se unieron varios corregimientos para crear una intendencia.

Real Audiencia.

La organización de la justicia era muy complicada a causa de la diversidad de jueces y su campo de competencia. Los alcaldes de los cabildos eran jueces de primera instancia que conocían en forma sumaria de cuestiones civiles y criminales: el asesor del gobernador también desempeñaba funciones judiciales y los corregidores en las diversas regiones.

A la cabeza del sistema se encontraba la Real Audiencia, compuesta por cuatro oidores o magistrados de alta jerarquía, que obligadamente debían tener los grados de licenciado o doctor en Derecho.

La Audiencia era el tribunal de primera instancia en algunos casos y de apelación de las sentencias de los jueces inferiores. De sus fallos podía apelarse sólo en cuestiones de gran importancia, ante el Consejo de Indias; pero en la práctica, los procesos eran finiquitados en el mismo tribunal.

La Corona depositó en la Audiencia otras funciones que le daban el derecho a inmiscuirse en diversos organismos. Tuvo atribuciones de carácter político; servía de consejo al Gobernador y en asuntos muy difíciles tomaba decisiones junto a éste. Por sí misma podía despachar Reales Provisiones.

En cada capital de virreinato y de gobernación hubo una Audiencia. La de Chile fue establecida definitivamente, en Santiago, el año 1609.

Cabildo: órgano de la comunidad.

En España, el Cabildo era una institución popular de muy vieja raíz. Los conquistadores, al crear las ciudades en América, las dotaron de cabildos para organizar la administración local y poder luchar por sus intereses.

Estos organismos eran presididos por los corregidores o agentes superiores del gobernador. Estaban integrados, además, por dos alcaldes o jueces y seis regidores. Además, se incorporaban algunos altos funcionarios reales. Alcaldes y regidores eran elegidos cada año por la misma corporación.

Igual que las municipalidades de hoy, los cabildos se ocupaban del aseo y ornato de las ciudades y de algunas obras públicas. Además velaban por la instrucción primaria y disponían de grandes fiestas públicas.

Para cumplir con esas funciones, el cabildo encargaba tareas a sus propios componentes: el juez de aguas velaba por la mantención de las acequias y el reparto equitativo del agua; el fiel ejecutor vigilaba el cumplimiento de los precios fijados por el municipio y el respeto de los aranceles por parte de los artesanos, etc.

Los integrantes de los cabildos eran miembros de los más altos círculos sociales, es decir, de los únicos grupos que tenían actuación pública. Sin embargo, se suponía que representaban a toda la comunidad y que velaban por su interés y bienestar.

Los intereses locales.

No obstante el gran poder de la Corona, existían mecanismos para hacer presente los problemas que aquejaban a los súbditos y requerir su solución. Los cabildos podían dirigir peticiones a los gobernadores y aún al Rey cuando estimaban que una disposición los perjudicaba. Típicas fueron, por ejemplo, las peticiones para que se redujesen algunos impuestos o se modificase la forma de recaudarlos. También solía pedirse la instalación de algún organismo administrativo o de alguna institución de enseñanza. Así nacieron, por ejemplo, la Casa de Moneda, el Tribunal del Consulado, la Universidad de San Felipe y la Academia de San Luis.

El control sobre las autoridades

La corte española procuró dar una buena administración a las colonias americanas para impedir los excesos de sus funcionarios. La lejanía del continente, el gran poder que concentraban las autoridades y la dificultad para conocer los problemas en medio de informes contradictorios, se prestaban para muchos abusos.

Una forma de control fue la vigilancia que debían mantener las autoridades entre sí, informando al Rey de los atropellos que se cometiesen. Para velar por el buen desempeño de los gobernadores y los oidores, la ley estableció que no podían casarse entre ellos y sus hijos en los territorios donde ejercían sus cargos; tampoco podían ser padrinos de bodas o bautismos ni realizar negocios.

Al abandonar sus cargos, todos los funcionarios de alto rango debían comparecer en un Juicio de Residencia, en tanto que el estado como los particulares podían entablar demandas. En algunos casos, las sanciones fueron fuertes, como ocurrió con los gobernadores Francisco de Meneses y Andrés de Ustáriz, quienes abusaron del poder en forma desmedida. Por lo tanto, las diversas formas de control subsanaron en parte la corrupción administrativa.

La Guerra de Arauco: La sociedad hispana versus la sociedad mapuche

Al terminar la Conquista, hacia fines del siglo XVI, era evidente que los araucanos no podían ser sometidos y que era necesario reformular la estrategia. La derrota y muerte del gobernador Oñez de Loyola en Curalaba (1598) fue seguida por el abandono de todas las ciudades situadas al sur del Biobío.

Con la llegada del gobernador Alonso de Ribera a comienzos del siglo XVIII, se implantó un nuevo sistema. Una línea de fuertes aseguraría la frontera y avanzaría sólo en caso de que las reducciones cercanas estuviesen realmente sometidas. Se creó, además, un ejército profesional, permanente y pagado. Unos 2.000 hombres entre oficiales y tropa. El rey ordenó que desde Lima se enviase cada año el Real situado, consistente en 293.000pesos, suma muy elevada para la época. Ribera impuso, además, un orden preciso en la táctica, la marcha y disposición d ellos campamentos.

La Guerra Defensiva.

Poco después de establecida la frontera, un sacerdote jesuita, el padre Luis de Valdivia, logró que se aprobase en la corte un plan para reducir a los araucanos de manera pacífica, principalmente a través de la prédica de misioneros. Mientras tanto, las fuerzas militares debían permanecer a la defensiva. Al ser asesinados los tres primeros misioneros, el sistema fracasó.

Los estímulos de la guerra.

La existencia de la frontera no puso término a las acciones armadas. Éstas continuaron por diversas causas. Debido a la escasez de indios para el trabajo en las haciendas del centro y del norte, se logró que la Corona decretase en 1608 la esclavitud de los indios tomados en guerra. Estas incursiones de destacamentos militares en busca de indígenas se llamaron malocas. Los indígenas por su parte efectuaban malones o ataques sorpresivos a puestos fronterizos y estancias.

La cacería de indios condujo a una rebelión en 1655, causante de enormes estragos. Esta situación junto con el aumento de la masa mestiza, determinaron la abolición de la esclavitud en 1683.

Guerra y convivencia: el comercio y el mestizaje.

Desde que los españoles y los araucanos entraron en contacto, experimentaron la necesidad de intercambiar especies, a pesar de la violencia y el odio.

Se estableció de este modo un comercio intenso, que en el siglo XVIII estaba perfectamente organizado. Este contacto condujo inevitablemente a la mezcla racial, misiones y parlamentos.

La incorporación de los indios a la fe cristiana fue una preocupación muy importante de los reyes. Fue la Compañía de Jesús la que se ocupó preferentemente de la evangelización. Sus sacerdotes establecieron misiones en el sector de la frontera y también en el interior del territorio araucano. Las misiones desempeñaron entonces un importante papel como lugar de encuentro en la vida fronteriza.

El apaciguamiento de la frontera y la necesidad de llegar a algunos acuerdos entre españoles y araucanos, condujo a la realización de Parlamentos. Estos eran reuniones del gobernador y las principales autoridades con los caciques, en un determinado lugar que se señalaba de antemano. El primer parlamento fue el que organizó el gobernador Marqués de Baides en Quillín, 1641.

La Guerra de Arauco en el siglo XVIII.

Debe ser considerada como una etapa avanzada de una larga lucha de tipo fronterizo, en que el aspecto bélico ha cedido en su rigor y, en cambio, se ha generado un sistema de relaciones muy variadas entre las comunidades situadas en ambos lados del Bío-Bío. La guerra cedió paso al trato pacífico en la frontera, donde los fuertes, as estancias y las misiones servían de centros de contacto. Sólo dos levantamientos generales tuvieron lugar en ese siglo, uno en 1723 y otro, en 1766.

Economía colonial

La característica que definió las relaciones de intercambio entre España y las colonias fue el Monopolio Comercial, por lo cual las colonias sólo podían tener contactos económicos con la Metrópoli.

El tráfico de mercaderías se realizaba a través de flotas y galeones. Una de estas flotas iba a México (Veracruz) y otra a Panamá (Portobelo). Esta última conducía los cargamentos destinados a Sudamérica, comercio que era controlado por los mercaderes peruanos.

Dentro del marco del Imperio Español, la economía chilena jugaba un papel de escasa importancia. Se caracterizaba por tener un carácter mixto agrícola y ganadero.

La agricultura proveía el mercado interno y al virreinato del Perú. La minería que resurgió en el siglo XVIII entregaba oro y plata a este mismo virreinato y a España. Se importaban productos tropicales y manufacturas provenientes de España.

La tributación obtenida dentro del país era gastada en la propia administración y algunas obras públicas.

Las faenas agrícolas y la Hacienda.

En los comienzos de la Colina, el cultivo de la tierra no fue muy intenso. Se aprovechaban sólo los terrenos más fértiles y de fácil explotación que daban a basto para la reducida población.

A fines del siglo XVII, la situación cambió cuando el Virreinato comenzó a depender de la exportación del trigo chileno. El terremoto de 1687 y una serie de pestes afectó la producción peruana, debiendo entonces recurrir a Chile para que lo abastecieran. Esta situación permitió una exportación agrícola y ganadera considerables, que dio mayor riqueza a la aristocracia terrateniente y alzó el valor de la tierra.

Dentro de este proceso, la Hacienda ocupó un papel capital: fue el núcleo económico y de vida social. Junto con producir bienes agrícolas, encerraba faenas artesanales para satisfacer las necesidades de la gente pobre -objetos de cerámica, arreos, zapatos de cuero, ponchos, frazadas, etc.-. De esta manera, la hacienda autoabastecía a campesinos, indios y mestizos.

Existía, además, la pulpería, mantenida por el patrón, y donde se entregaba a crédito productos como el azúcar, yerba mate, tabaco y agua ardiente, que los peones recibían a cambio de su trabajo futuro, en un sistema de endeudamiento constante.

La minería.

El siglo XVI se caracterizó, en el plano económico, por la explotación de los lavaderos de oro. Durante el siglo XVII, esta actividad resurgió a causa de la intensificación del comercio externo. El principal producto minero fue la plata y en segundo lugar el oro. El cobre sólo se producía en pequeñas cantidades. La producción minera permitió contrarrestar la desequilibrada balanza comercial -debido a la pobreza del país, que gastaba más de lo que recaudaba en impuestos- e incrementar el flujo de las mercaderías del exterior.

La ganadería.

La ganadería fue siempre un rubro seguro de producción, pues no requería de muchos cuidados ni de mucha mano de obra. El ganado se criaba en libertad en las haciendas y, una vez al año, se realizaba el rodeo. En estas faenas, los huasos de las haciendas salían a caballo a reunir al ganado disperso, el cual posteriormente era marcado y algunos sacrificados. De la ganadería se obtenían productos como cueros, sebo, grasa y charqui.

El comercio.

El Callao -puerto peruano- fue la gran plaza para el comercio nacional, que dependió casi completamente de los mercaderes limeños. Chile enviaba vino, aguardiente, frutas secas, sebo, charqui, manzanas, madera, paños; también oro y plata. Recibía a cambio, mercaderías provenientes de España como géneros finos, muebles, papel, fierro, etc. y productos locales como azúcar, tabaco, cacao, entre otros.

Economía del siglo XVIII.

Con el cambio dinástico, se introdujeron una serie de reformas en todos los terrenos y también en lo económico. En este campo, se fueron dando paulatinamente mayores libertades para comerciar con España, pues el sistema de flotas se hacía cada vez más engorroso y cada vez era más fuerte el asedio comercial de Inglaterra y Francia. Una serie de medidas permitieron esta mayor libertad:

- Se puso término al sistema de flotas, el cual fue reemplazado por el sistema de registros del Cabo de Hornos. Con lo cual se autorizó la navegación de barcos aislados que iban directamente al puerto de destino de los cargamentos.

- En 1778 se dictó la Ordenanza de Libre Comercio, que permitió el comercio entre las colonias y todos los puertos españoles, además de eliminar algunos impuestos.

- Se autorizaron diversas formas de comercio con los extranjeros.

Todas estas medidas estaban orientadas a estimular y proteger el comercio dentro del Imperio y desplazar a los extranjeros. El movimiento de naves fue intenso y expedito; hubo gran afluencia de mercaderías y bajó el precio de ellas.

Ligado al fenómeno del alza comercial se encuentra el repunte de la vida urbana, que generó sus propias formas económicas, básicamente sustentadas en la artesanía y el trabajo libre de mestizos y villanos (es decir, españoles llegados con posterioridad a la conquista). La Corona estimuló en esta época un ambicioso programa de obras públicas que comprendía desde la fundación de ciudades hasta la canalización de ríos, destacando entre estas obras el arreglo de las vías de comunicación(camino de Santiago a Valparaíso), los Tajamares del Mapocho, el Puente de Calicanto. También se construyeron nuevos edificios como el Palacio de la Moneda y la sede de la Real Audiencia, contribuyendo el arquitecto italiano Joaquín Toesca al desarrollo del estilo neoclásico de la arquitectura chilena.

Un último aspecto a destacar de la vida económica del siglo XVIII es la serie de reformas administrativas establecidas en ese siglo. La principal de ellas fue la creación de las intendencias que buscaban dar el gobierno más adecuado a los territorios de la Corona, subdividiéndolos en unidades más pequeñas a cargo de un funcionario -el Intendente- y con especial preocupación de la Real Hacienda. Chile contó con dos intendencias, divididas por el río Maule, contando el Intendente con funciones que se referían a asuntos de policía, justicia, guerra y hacienda. Tenía a su cargo, bajo el título de Intendente de la Real Hacienda, los siguientes organismos de carácter económico:

Real Tribunal del Consulado, que era la asamblea de los grandes comerciantes locales y tribunal de justicia comercial. Se caracterizó por su eficiencia como tribunal competente y rápido, a la vez que permitió a los comerciantes chilenos defender sus intereses desligándose de la dependencia de Lima. También era atribución del consulado el promover el desarrollo de la agricultura, la industria y el comercio.

Real Casa de Moneda, que con la acuñación solucionaría los problemas de escasez de circulante.

Real Tribunal de Minería, el cual tenía funciones similares a las del Consulado, pero en al ámbito minero.

Estas medidas significaron el reconocimiento de los grupos económicos de comerciantes y mineros, que unidos al Cabildo, hicieron las veces de grupos representativos de la sociedad chilena del siglo XVIII.

Los impuestos.

La corona española descargó sobre sus colonias sus apuros financieros, a través de una multitud de impuestos que llegaron a constituir un pesado gravamen para sus habitantes para sus habitantes. Sólo al final del período colonial, la política reformista de los reyes borbones trató de alivianar esta carga impositiva.

Había dos clases de contribuciones: las especiales, que gravaban determinados servicios en cada población, y los negocios del país en sus diferentes géneros y que correspondían al Rey. Aquellos constituían la Renta Local, las otras, el Tesoro Real. La renta local, generalmente, en Chile era bastante exigua, sobre todo al principio. Las entradas de la Corona eran mucho más seguras y cuantiosas. He aquí las principales:

Quinto Real. Impuesto del 20% al producto de las minas y lavaderos de oro.

Diezmo Eclesiástico. 1/10 de los productos agrícolas y ganaderos de cada año. El producto de este impuesto estaba destinado al sostenimiento y esplendor del culto.

Almojarifazgo. Contribución aduanera sobre las mercaderías internadas al país o extraídas de él y que corresponde a un 5% de su valor. Se pagaba en cada puerto en que la mercadería era desembarcada.

Alcabala. Gravamen a la venta o transferencia en cualquier forma de bienes muebles e inmuebles, en la proporción de 2 a 6% sobre su valor. La tasa de este impuesto tuvo más tarde variaciones.

Derramas. Impuesto extraordinario de protección que debían pagar los habitantes en caso de peligro o de ataques indígenas.

Media Anata. Derecho que se pagaba en cualquier beneficio eclesiástico o pensión y equivalente a la mitad de la renta anual.

Real Situado. Dotación de fondos provenientes del Perú para pagar a los militares y solventar los gastos del ejército durante y después de la Guerra de Arauco.

Tributo Indígena. Éste era pagado por todos los indios en su condición de vasallos de la Corona, a cambio de él recibían protección, tutelaje, evangelización y justicia.

La Iglesia Católica en la Colonia

En América como en España, la Iglesia estuvo vinculada al papado y a la monarquía. Los unía el Derecho de Patronato, según el cual los reyes proponían a Roma los eclesiásticos que debían ocupar altos cargos. También autorizaban la vigencia de las bulas y otros documentos papales (exequator) y el recurso de fuerza que permitía a los religiosos recurrir en ciertos casos a los tribunales civiles para resolver materias de disciplina interna.

En un plano práctico, sólo el rey podía autorizar la fundación de iglesias, capillas y conventos. A su vez, proporcionaba los fondos para todos los gastos, cobrando por su cuenta el derecho del diezmo.

La base de la organización eclesiástica eran los obispados de Santiago y Concepción. La orden de los jesuitas fue la que alcanzó mayor poder, prestigio e influencia en Chile colonial.

El papel fundamental de la Iglesia en América estaba centrado en la evangelización de los naturales. Se trataba así no sólo de cristianizar al natural, sino también de defenderlo frente al abuso, crueldad y prepotencia de españoles y criollos. En el ámbito americano, Fray Bartolomé de Las Casas representa a uno de los más ilustres defensores de los indios, y en Chile, durante el siglo XVIII, el jesuita Luis de Valdivia fue su más fiel seguidor.

La cultura en el Chile Colonial

La cultura en Chile colonial está, al igual que en toda América Hispana, íntimamente ligada ala Iglesia Católica. Efectivamente, es esta institución la que a través de una acción evangelizadora y misional, conservó algunas tradiciones y conocimientos de los indígenas de América, al tiempo que puso a éstos en contacto con la cultura cristiana de los españoles.

Junto a los misioneros y frailes se desarrollaron las primeras escuela de América, las artes plásticas, la música y una arquitectura de características que la hacen todo un símbolo de la América colonial.

En cuanto a los primeros trabajos de los misioneros, además de enseñar doctrina a los indios, desarrollaron gramáticas, diccionarios de lenguas aborígenes para poder predicar con más facilidad las Sagradas Escrituras.

Junto con la llegada de las huestes conquistadoras, llegaron también los cronistas, es decir, soldados que se dedicaron a escribir algunos relatos de sus viajes y aventuras y que se han convertido en valiosos documentos históricos de la conquista. En el siglo XVII aún subsiste la crónica, con el Padre Diego Rosales. Aparece también el ensayo, destacando en este género el capitán Alonso González de Nájera y sobre todo el Padre Alonso de Ovalle.

En otro campo de las letras hay que destacar los estudios filológicos del Padre Luis de Valdivia, el relato de crítica política de Francisco Pineda y Bascuñán -El cautiverio feliz- y los trabajos jurídicos de Fray Gaspar de Villarroel.

Ya en el siglo XVII, las órdenes religiosas tuvieron colegios, destacando desde esa época los de la Compañía de Jesús. En el siglo XVIII, la enseñanza alcanzó el grado superior con la fundación de la Real Universidad de San Felipe, el año 1738, aunque inició su funcionamiento gracias al impulso de personajes ilustrados como Manuel de Salas. Salas también fue el promotor de la creación de la Academia de San Luis.

Precisamente las figuras más prominentes de las letras chilenas en el siglo XVIII fueron los jesuitas: el Padre Juan Ignacio Molina, científico, y el Padre Manuel Lacunza, teólogo y literato, quienes debieron abandonar el país cuando la Compañía de Jesús fue erradicada de los territorios españoles. En el siglo XVIII destacaron los historiadores Vicente Carvallo Goyeneche y el Padre jesuita Miguel de Olivares.

Los límites geográficos de Chile durante la Colonia

Los límites al iniciarse el período colonial fueron: al norte, el despoblado de Atacama; al sur el Estrecho De Magallanes; al este, la provincia de Cuyo y la Patagonia, desde el río Negro al sur. En 1776, Cuyo pasó al virreinato de Buenos Aires.

Importantes fueron también dos enclaves fortificados; Valdivia y Chiloé, que dependían del virreinato del Perú. Se ocuparon las ciudades de Valdivia (siglo XVII) y Osorno (siglo XVIII), y también las islas de Juan Fernández. El siglo XVIII se caracterizó por una ardua política de fundaciones. Así surgieron Copiapó, Combarbalá, Illapel, La Ligua, Petorca, San José de Maipo, Alhué, Quillota, San Felipe, Casablanca, Melipilla, Rancagua, San Fernando, Curicó, Cauquenes, Linares, Parral, Quirihue, Constitución, Los Ángeles, Talca y Concepción (cambió de asiento).

Los gobernadores que sobresalieron por el impulso dado a las fundaciones fueron: José Manso de Velasco, Domingo Ortiz de Rozas y Ambrosio O’Higgins.

La dinastía de los borbones y las influencias del Despotismo Ilustrado

Al morir Carlos II de España, sin descendencia, el trono pasó el año 1700 a la Casa Borbón con Felipe V, nieto del Rey Sol. Los nuevos monarcas adoptarían las ideas del movimiento intelectual que se llamó Ilustración, el cual fue entendido por estos monarcas como la utilización de la razón como única herramienta para entender y enjuiciar todo (religión, política, etc) y poder llevar el progreso a sus gobernados. La Ilustración, en cuanto tal, tuvo su más alta expresión filosófica y política con Voltaire, Montesquieu, Rousseau y los Enciclopedistas.

Los gobernadores de Chile en el siglo XVIII.

- Gabriel Cano y Aponte (1717-1733). Con él se inicia la serie de excelentes gobernantes del reino de Chile. Logró una larga paz con los araucanos, afrontó el terremoto de 1730, propició el desarrollo económico de la Colonia basado en la producción agropecuaria, sobre todo sebo, charqui y cueros.

- 1733-34: interinato de Francisco Sánchez de la Barreda y Vera.

- 1734-37: interinato de Manuel de Salamanca.

- José Antonio Manso de Velasco (1737-1745). Conde de Superunda y luego virrey del Perú. Fundó Rancagua, Melipilla, San Felipe, Los Andes, etc.

- 1745-46: interinato de Francisco José de Ovando, marqués de Ovando.

- Domingo Ortiz de Rozas (1746-55). Tan eficiente como Manso de Velasco. Fundó nuevas poblaciones, fomentó las actividades culturales, económicas y comerciales. Bajo su gobierno se creó la Casa de Moneda y la Real Universidad de San Felipe. Se reconstruyeron los tajamares del Mapocho.

- Manuel de Amat y Juniet (1755-61). De carácter severo, realizó variadas e importantes obras públicas y, además, aseguró el orden y la tranquilidad, creando un cuerpo de policía: Los Dragones de la Reina. Fue designado virrey del Perú.

- 1761-62: interinato de Félix de Berroeta.

- Antonio Guill y Gonzaga (1762-68). De carácter un tanto débil, depositó la tarea administrativa en el famoso Corregidor Zañartu, Luis Manuel de Zañartu e Iriarte, quien en 20 años de ejercicio de su puesto (1762-82), dejó una larga y fecunda labor. Su máxima obra fue el Puente de Calicanto. En este gobierno se realizó la expulsión de los jesuitas, en 1767, por orden real.

- 1768-1770: interinato de Juan de Balmaceda y Censano.

- 1770-73: interinato de Francisco Javier de Morales y Castejón.

- Agustín de Jáuregui (1773-1780). Sus antecesores interinos tuvieron que enfrentar un gran levantamiento indígena que no se producía desde los tiempos de Cano y Aponte. En el gobierno de Jáuregui se aceptaron “embajadores” de los mapuches en Santiago; se segregó la provincia de Cuyo del reino de Chile y se produjo la reacción de los criollos ante el recargo de impuestos, tal vez antecedente de las ideas de la independencia. Fue promovido a virrey del Perú.

- 1780: interinato de Tomás Álvarez de Acevedo.

- Ambrosio Benavides (1780-87). Enfrentó la conspiración de Los Tres Antonios, las grandes avenidas del río en 1783. Encargó a Joaquín Toesca la construcción de la Casa de Moneda y otros edificios de acuerdo a las órdenes reales y dividió el reino en dos intendencias: Santiago y Concepción.

- Ambrosio O’Higgins (1787-95). Conde de Ballenary y, más tarde, marqués de Osorno. Este ilustre gobernador de origen irlandés, realizó una de las administraciones más sobresalientes de toda la Colonia. Fundó numerosas ciudades: Santa Rosa de Los Andes, Illapel, San José de Maipo, Reina Luisa del Parral, San Ambrosio de Linares, etc. También promovió el desarrollo económico introduciendo nuevas especies, pero sólo tuvo resultados en la minería, enviando cobre a España. Fue virrey del Perú.

- 1796: interinato de José de Rezábal y Ugarte.

- 1796-99: interinato de Gabriel Avilés y del Fierro, marqués de Avilés.

- Joaquín del Pino (1799-1801)

- 1801: interinato de José María de Santiago Concha.

- 1801: interinato de Francisco Tadeo de Medina.

- Luis Muñoz de Guzmán (1802-1808)

- Antonio García Carrasco (1808-Julio de 1810)

- Mateo de Toro y Zambrano (Julio-Septiembre de 1810).