miércoles, 28 de marzo de 2007

Módulo 6: Historia de Chile




PERÍODO 1830-1891 DESDE LA REPÚBLICA CONSERVADORA A LOS GOBIERNOS LIBERALES

La estructuración definitiva de la nueva república se logra a través de dos etapas históricas que, tradicionalmente, han sido llamadas República Conservadora o “Decenios” (1831-1861) y República Liberal o “Quinquenios” (1871-1891). El período intermedio de diez años corresponde a una transición, llevada a cabo por José Joaquín Pérez, que se identifica más bien con las ideas liberales, por lo que sería más correcto integrarlo al período propiamente liberal.

Las características principales del conservadurismo hallaron su fuente principal en las ideas de Diego Portales, un singular individuo que se había dedicado primeramente al comercio y luego derivó a la política contingente, transformándose en el eje en torno al cual giró el desarrollo del naciente Chile. El ideario portaliano se puede resumir en los siguientes puntos:

- Centralismo político, tanto personal como geográfico.

- Impersonalidad de la imagen presidencial

- Fuerza y autoridad, encarnadas en la figura del Presidente.

- Oposición política constructiva

- Logro de la democracia plena a través de un período de transición autoritaria, que hiciese madurar cívicamente a la ciudadanía.

- Proyección geográfica hacia el océano

- Desconfianza ante la política de USA, respecto a las nuevas repúblicas latinoamericanas (Doctrina Monroe, 1823)

El marco legal de este corpus ideológico se plasmó en la Constitución de 1833 que le dió un nuevo y definitivo orden al país. Los autores intelectuales y jurídicos de esta carta fueron Mariano Egaña y Manuel Gandarillas. En ella se expresó, en forma muy clara, el nuevo y muchas veces excesivo, autoritario papel del Presidente. La omnipresencia de éste se dejaba claramente establecida a través del nombramiento del gabinete, los funcionarios diplomáticos, y asesores de administración interna. Nombraba y controlaba a los jueces. Poseía atribuciones colegislativas y las llamadas Facultades Extraordinarias, que lo capacitaban para asumir el control total del país en el caso de una grave emergencia. Su período como Presidente duraba cinco años, prorrogables a cinco más, de ahí que los cuatro primeros presidentes gobernasen diez años, ya que fueron sucesivamente reelegidos. Era patrono eclesiástico y supervigilaba, mediante el Gobernador respectivo, la acción de las Municipalidades, lo que le permitía una abierta intervención electoral. Poseía veto suspensivo y anulatorio, entre otras cosas.

En apariencia, el poder del Ejecutivo parecía absoluto. Sin embargo, el Congreso fue dotado de un arma extraordinaria para enfrentarlo: las llamadas “Leyes Periódicas”, consistentes en tres leyes, Presupuesto, Contribuciones y Fuerzas Armadas. Estas debían ser obligatoriamente aprobadas, en el plazo de doce a dieciocho meses como máximo, por el Legislativo, previa presentación de los proyectos correspondientes por parte del Ejecutivo. Si cualquiera de ellas era rechazada, el Presidente debía renunciar a su cargo.

Este marco jurídico prevaleció, sufriendo una serie de reformas liberalizadoras, hasta 1891, y ya muy desvirtuado, colapsa definitivamente en 1925.

Desde las carteras de Interior, Relaciones, y Guerra y Marina, durante los gobiernos de Errázuriz y Ovalle (1830-1831) y posteriormente ocupando el ministerio del Interior, hasta su muerte en 1837, logró el reordenamiento de la nación, transformándola en una ordenada estructura política, que bien poco se parecía al resto del caos, típicamente latinoamericano, que imperaba en esos momentos. Bien es cierto que no actuó solo. El “orden portaliano” se establece teniendo como puente la dominación absoluta de la clase oligárquica, que se impone sobre una masa iletrada, incapaz de cualquier crítica a la acción del primer grupo.

Su obra efectiva se puede sintetizar como sigue:

-Primer Ministerio

- Baja de toda la oficialidad que había servido bajo Freire

- Reorganización de la Escuela Militar

- Organización de la Guardia Cívica

- Disolución del bando estanquero

- Anulación de los conservadores recalcitrantes

- Segundo Ministerio

- Creación del sistema penitenciario de carros

- Impulso de las leyes marianas: 2.2.1.- Juicios ejecutivos

- Recursos de nulidad

- Recusación de jueces

Por otra parte, recibe el apoyo de ministros que resultaron ser excelentes gestionadores. Son los típicos casos de Joaquín Tocornal (Interior) y Manuel Rengifo (Hacienda). El primero destruyó a la banda de los Pincheira, que asolaba los campos de Chillán (1832), fundó la Escuela de Medicina (1833) y la Escuela de Obstetricia (1834) y reorganizó la administración interna. El segundo recibió el apodo de “mago de las finanzas” pues mediante sus iniciativas se logró equilibrar el pago de la deuda externa, entre éstas se cuentan la reactivación de los Almacenes Francos de Valparaíso, una antigua idea de O’Higgins, el impuesto agrícola denominado “catastro”, sobre producción estimada y no concreta, y la política arancelaria que estimulaba la importación de bienes útiles para el desarrollo nacional. La temprana muerte de Rengifo no permitió una continuidad estable de estas políticas, lo que llevó a un nuevo desequilibrio en la balanza de pagos. Sin embargo, el país ganó una sólida imagen externa, sobre todo en Inglaterra, principal acreedor de Chile, lo que permitió una notable valorización de los bonos de la deuda en la Bolsa de Londres. El país era visto como un ejemplo de estabilidad política y seriedad en los pagos externos. Todo el cuadro anterior se configura durante el gobierno de José Joaquín Prieto (1831-1841)

Una crisis importante sufrida durante el gobierno de Prieto, es la primera guerra internacional que va a tener Chile entre 1836 y 1839, contra la Confederación Perú-Boliviana, encabezada por el mariscal Andrés de Santa Cruz. Los orígenes de este conflicto se remontan a una serie de rivalidades tanto políticas como económicas entre Chile y Perú:

- Deuda del Perú con Chile por un préstamo que O’Higgins había entregado como ayuda a este último, consistente en un millón de pesos.

- Deuda por no pago de los gastos de la Escuadra Libertadora.

- Pretensión de Santa Cruz de resucitar los límites del antiguo imperio inca, lo que chocaba con las ideas expansionistas de Portales, con miras al Pacífico.

- Rivalidad comercial entre Valparaíso y el Callao: El trigo chileno debía pagar elevados aranceles para ingresar a Perú y el gobierno chileno respondía con la misma medida respecto al azúcar peruano.

Intentos de desestabilización del gobierno chileno, por parte de Santa Cruz, a través de las figuras de O’Higgins y Freire.

Mariano Egaña, en calidad de ministro plenipotenciario, exigió a nombre de Chile el pago de las deudas contraídas y la disolución de la Confederación. Santa Cruz admitió lo primero pero no lo segundo. Egaña declaró el estado de guerra. La primera campaña resultó desfavorable a Chile, pues Blanco Encalada, jefe de las fuerzas chilenas, se vió obligado a la firma del Tratado de Paucarpata (1837), el que fue rechazado por el Congreso Nacional. Por otra parte, la guerra sufrió un vuelco inesperado. Hasta 1837, se veía esta acción como una maniobra personalista de Portales y una parte de la oficialidad del ejército no estaba de acuerdo con ella. El 6 de Junio de ese año, Portales fue detenido y ejecutado por los oficiales Vidaurre y Florín. Este hecho provocó que la culpa se le cargase a Santa Cruz y, por ende, la guerra adquirió un giro de gran popularidad. Culpable o no, todo Chile se empeñó contra el mariscal boliviano.

La segunda campaña fue guiada por Manuel Bulnes, entre 1838 y 1839, transformándola en una seguidilla de victorias para Chile, desde el desembarco en Pisco, pasando por las batallas de Matucana y Buin, hasta la decisiva victoria de Yungay (1838). Esta derrota marcó el fin de la Confederación, la huída de Santa Cruz a Guayaquil, el establecimiento de un gobierno pro-chileno en Perú y el nombramiento de Bulnes como mariscal de Ancash. Pero, a futuro, los dividendos políticos para Bulnes resultaron excelentes. Ocuparía la primera magistratura chilena entre 1841 y 1851. Pero las consecuencias no sólo fueron políticas; se desata en el país una verdadera fiebre nacionalista que se caracterizó por ensalzar valores propiamente nacionales tales como la figura del “roto chileno” y su valeroso comportamiento en los campos de batalla. Figura prototípica en tal sentido fue la “sargento Candelaria”, también se levantó un monumento al roto, se bautizó un barrio como “Yungay” y se escribió una marcha denominada “Himno de Yungay”, entre otras cosas.

Una vez llegado al poder, Bulnes se dedicó a reorganizar la administración interna y para esto dictó una ley que aumentaba el poder de Intendentes y Gobernadores. Creó una oficina de estadísticas para llevar el control censal de la población y sus recursos económicos, llevando a cabo uno de los primeros censos del período republicano. Logra el reconocimiento de la independencia nacional por parte de España, en 1844. Impulsó la colonización de Valdivia y Llanquihue, mediante las leyes de 1845 y 1847, que promovieron la inmigración de artesanos y campesinos alemanes. Destacado papel cumplieron en esta tarea los agentes de colonización Bernardo Phillipi (Alemania) y Vicente Pérez Rosales (Chile) con la entrega gratuita de tierras, pertrechos y herramientas a los nuevos colonos. Esta colonización se extendería, posteriormente, al resto de la actual X Región. Otra zona ocupada durante la gestión Bulnes fue el Estrecho de Magallanes, dada su condición de paso estratégico. En 1843, es fundado Fuerte Bulnes, con población penitenciaria, en la misma boca del Estrecho. Las extremas condiciones no permitieron una sustentación viable, por lo que el grupo colono se trasladó, seis años más tarde, hacia un punto más septentrional, fundándose Punta Arenas.

Uno de los desarrollos más importantes durante este gobierno fue el movimiento intelectual de 1842, que se caracterizó por el surgimiento de una serie de instituciones de educación y la labor docente, académica y jurídica de un conjunto de personajes tanto de origen extranjero como nacionales.

Una parte considerable de estas figuras tenía origen argentino. En esa época Argentina estuvo bajo una de las peores dictaduras, la del tirano Rosas. Para resguardar su vida, muchos intelectuales cruzaron la frontera y se instalaron en Chile. Entre los más destacados se contaban Domingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, Félix Frías, Vicente Fidel López, etc quienes se abocaron de inmediato a sus tareas de orden literario y docente.

Frente a esto surgió una reacción de los intelectuales chilenos, que formaron una especie de taller, acaudillado por Andrés Bello el gran humanista venezolano, que había llegado a Chile con el objeto de establecer, por encargo del Gobierno, la primera universidad nacional. Este taller llevó el nombre de Sociedad Literaria y formaron parte de él José Victorino Lastarria, Francisco Bilbao, Vicuña Mackenna, Barros Arana y los hermanos Amunátegui, entre otros. La acción mancomunada de chilenos y argentinos permitió un desarrollo espectacular de instituciones vinculadas a distintas áreas del saber, que permitieron la elevación de las críticas condiciones educacionales del país.

Entre estas instituciones es posible mencionar:

- Universidad de Chile (1842). Su creador y rector vitalicio fue Andrés Bello.

- Escuela Normal de Preceptores, fundada y dirigida por Sarmiento.

- Escuela de Bellas Artes, dirigida por el pintor italiano Alejandro Cicarelli.

- Escuela de Arquitectura, dirigida por el francés Brunet de Baines.

- Escuela de Artes y Oficios, dirigida por Julio Jariez.

Quien brilla con luz muy propia es Andrés Bello. Humanista, escritor, poeta, gramático y jurista, no es sólo el fundador de la universidad nacional sino que también el redactor del Código Civil, aún en uso en el país, de una Gramática y de una propuesta de nuevo uso del lenguaje. Por derecho reconocido, fue rector en propiedad de la Universidad de Chile, hasta su muerte, veinte años más tarde.

Durante el decenio de Bulnes, hubo algunos problemas fronterizos con Argentina y Bolivia (1847), que no llegaron a mayores. En el primer caso, Argentina alegó propiedad sobre la Patagonia y en el segundo, Bolivia obtuvo el reconocimiento de Cobija como territorio boliviano (paralelo 24 Lat. S.).

El tercer decenio, llevado adelante por Manuel Montt entre 1851 y 1861, asume las características típicas del molde portaliano, al constituirse en un sistema rígido y ferozmente autoritario, al punto de haber pasado a la Historia con el nombre de la “Dictadura Civil de Montt” y éste ser, a su vez, llamado el “Hombre-Ley”. Su gobierno se inicia y termina con sendos levantamientos regionales, uno en 1851 y el otro en 1859, lo que lo obligó a utilizar por largo tiempo las Facultades Extraordinarias. Estas rebeliones fueron motivadas por la despreocupación del gobierno central hacia las regiones.

El levantamiento de 1851, tuvo sus centros en Concepción y La Serena. Fue encabezado por José María de la Cruz, Intendente de Concepción, jefe militar y ex candidato a la presidencia. Terminó con la victoria del gobierno en el combate de Ochagavía y la firma del Tratado de Purapel.

El levantamiento de 1859 ocurrió en Copiapó y fue llevado adelante por Pedro León Gallo, un rico industrial minero que poseía una fuerza armada propia y llegó a acuñar también sus propias monedas. Los combates de los Loros y Cerro Grande decidieron la victoria a favor del gobierno, nuevamente.

Desde el punto de vista material y jurídico, el gobierno de Montt realizó la siguiente obra:

- Fundación de la Escuela Normal de Preceptoras.

- Construcción del primer observatorio nacional.

- Inicio de las obras para el ferrocarril Santiago-Valparaíso.

- Creación de la Caja de Ahorros

- Creación de la Caja de Crédito Hipotecario

- Fundación de los primeros bancos privados: Banco de Chile y de Valparaíso

- Promulgación de la ley de bancos de emisión.

- Promulgación del Código Civil, escrito por Andrés Bello, en 1855

- Modernización de Santiago con sistemas de locomoción y alumbrado público

- Supresión definitiva del sistema de mayorazgo, mediante las leyes de 1852 y 1857.

Desde una óptica económica, Montt se benefició, en los inicios de su gobierno, con las entradas provenientes de los mercados de California y Australia, generados por la fiebre del oro. Chile entregaba ganado y trigo a estas zonas, desde 1845 en adelante. Sin embargo esta bonanza sólo duró hasta 1858, pues pronto los mercados antedichos se volvieron autónomos y dejaron de depender del suministro nacional. Por la misma fecha, la minería sufrió un rudo golpe con el agotamiento del mineral de plata de Chañarcillo, explotado desde la década de 1830. Esta crisis reforzó la oposición a Montt, cada vez mayor debido a la dureza de su régimen.

Estos problemas se complicaron debido al sistema económico imperante, que podría ser calificado de liberal. Estas políticas fueron impulsadas por un economista francés contratado por el gobierno, Juan Gustavo Courcelle Seneuil, quien trabajó en Chile como asesor del Ministerio de Hacienda y docente de economía en la Universidad de Chile. Su influencia es notable hasta entrada la década de 1860.

La relación Iglesia- Estado, delicada debido a la pervivencia del sistema de Patronato, sufre un quiebre durante este gobierno. Hasta ese momento, los eclesiástico dirimían sus asuntos de justicia interna a través de códigos propios. En cierta oportunidad (1858) un funcionario tuvo un problema con su autoridad superior y el caso fue llevado a los tribunales correspondientes, sancionándose al sujeto en cuestión. No contento con el fallo, el individuo apeló a los tribunales civiles, los que juzgaron a su favor, imponiéndose este último criterio. Se generó un verdadero escándalo debido a la discusión acerca de la preeminencia del Estado, el fuero eclesiástico, el uso del recurso de fuerza y otros asuntos relacionados con el mismo tema. En realidad, el gran tema de fondo era quien realmente mandaba en el país. La oligarquía se dividió en dos bandos irreconciliables: los “ultramontanos” o partidarios de la Iglesia, acaudillados por el arzobispo Rafael Valentín Valdivieso y los “patronatistas” o defensores del Estado cuyo líder era Antonio Varas. De este último grupo nacería el partido político “Nacional” o “Montt-Varista”. El episodio llamado por la historia “la cuestión del sacristán” en sí no tiene mayor trascendencia, pero formó parte de una larga historia de desencuentros entre el Ejecutivo y la Iglesia, que llevó el sonoro título de “luchas teológicas”, pero que, en el fondo, nada tenían de teológicas sino que fueron netamente políticas.

El excesivo celo portaliano de Montt, obligó a una fórmula política de consenso para llevar adelante una candidatura al Ejecutivo que dejara a todos felices. Con una originalidad asombrosa, se formó la “Fusión Liberal-Conservadora” que logró exitosamente llevar al gobierno a José Joaquín Pérez, quien marca el último decenio de 1861 a 1871.

La obra de Pérez se caracteriza por la urbanización de Santiago, desde 1863, reflejada más bien en la construcción de costosos palacios en el centro de la capital, por ende no es una iniciativa propiamente del Estado. A esto se suma la construcción del Club Hípico, el Club de la Unión, la fundación del Cuerpo de Bomberos ( tragedia del incendio de la Compañía) y la primera exposición agrícola internacional de Santiago. Pero el desarrollo no se limitó a la esfera nacional: en 1866 José Santos Ossa logra la concesión, por parte del gobierno de Bolivia, para explotar salitre en la provincia de Antofagasta y construir el ferrocarril en la misma zona, lo que provocó un poblamiento del área antedicha con mano de obra chilena.

Estos sucesos se refrendan con la firma del Tratado de la Medianería entre Chile y Bolivia, 1866, que estableció que la ganancia proveniente de los recursos mineros, situados entre los paralelos 23 y 25 Lat.S., se repartirían en mitades entre ambos gobiernos. La frontera se mantuvo en el paralelo 24.

Un episodio de triste recuerdo, ocurrido durante la gestión Pérez, fue la guerra con España (1865-1866). Las causas pueden hallarse en un malentendido panamericanismo, que llevó a Chile a apoyar al gobierno peruano, frente a la agresión hispana, sin tener los suficientes recursos como para hacerlo en forma eficaz. Este problema tuvo su origen en el cobro de una deuda que España hizo efectivo, contra el Perú. Este país alegó que no podía pagar y España, con su flota, se apoderó de las islas guaneras Chincha, fuente de ingresos para los peruanos. En 1864 se formó un Congreso Panamericano, donde todos apoyaron, con gran verborrea latina, al hermano peruano. Cuando llegó la flota española, todos guardaron silencio, por cierto menos Chile, que quedó solo apoyando al Perú. Este apoyo fue también con ayuda material efectiva. Los hispanos decidieron romper las hostilidades contra Chile. Sin flota, Chile debió limitarse a la defensa, pero aún así logró la captura de la goleta “Covadonga” (combate de Papudo) y se enfrascó luego en una escaramuza denominada combate de Abtao. Notoriamente irritado el almirante español, Casto Méndez, ordena el bombardeo de Valparaíso (Marzo de 1866), que redujo a escombros el principal puerto del país. La flota se retiró al Perú y de allí volvió a España. Fin de la guerra.

Con Pérez comienza un paulatino proceso de flexibilización jurídica con respecto a la Carta de 1833. El primer paso consistió en la ley interpretativa del artículo quinto de esta Constitución. Este artículo hacía referencia al hecho de que el único culto religioso permitido era el católico, prohibiéndose la manifestación pública de cualquier otro. Una mayoría liberal alegó en el Congreso de que, ya que no había referencia alguna al ejercicio privado, este podía darse por subentendido. Esto se aprobó con el nombre de “ley de libertad de culto” (1865). Una reforma propiamente tal, con cambio de texto, fue prohibir la reelección del Ejecutivo (1871), que puso fin a los decenios. Finalmente, se procedió a la modernización de los códigos comerciales, a través de la gestión del jurista José Gabriel Ocampo, quien suprimió la legislación referente al antiguo monopolio.

Es con el gobierno de Federico Errázuriz Zañartu (1871-1875) que se genera un movimiento liberal plasmado en una serie de reformas a la Constitución conocidas como “reformas de 1873 y 1874”, que transformarán el cuadro político, perdiéndose, paulatinamente, la vieja impronta conservadora. Estas reformas fueron:

- Quorum de las Cámaras: El Congreso podrá sesionar con un tercio de los senadores y una cuarta parte de los diputados, presentes al momento del trámite legislativo.

- Ciudadanía: El requisito para optar a la ciudadanía chilena será de un año

- Número de diputados: El número mínimo de diputados será de uno por cada 20.000 habitantes.

- Reemplazo del voto censitario por el voto alfabético

- Eliminación del sistema de lista completa

- Limitación de las Facultades Extraordinarias.

- Libertad de asociación y reunión.

- Incompatibilidades parlamentarias.

En el plano internacional, Chile firma con Bolivia el Tratado de 1874, que puso fin a la medianería, confirmando también el límite norte en el paralelo 24 Lat. S. El punto más importante de este tratado, que a la postre no se respetó causando la guerra del Pacífico, fue el compromiso de Bolivia a no aumentar el impuesto sobre el salitre chileno por un plazo de 25 años. En rigor, no fue el presidente Tomás Frías el que no cumplió el tratado, sino su sucesor, el golpista general Hilarión Daza (quien asumió, por la fuerza, el poder en 1876).

También en el mismo plano, en 1873 se firma un pacto de apoyo mutuo entre Perú y Bolivia, con un supuesto carácter secreto. Este carácter dejó de ser tal gracias a los diplomáticos brasileños, que denunciaron el hecho. Este acuerdo perjudicó sobre todo al Perú, quien se vió obligado a entrar en guerra cuando Bolivia rompió las hostilidades con Chile.

Respecto a las “luchas teológicas” en este período se promulga el Código Penal, algunos de cuyos puntos fueron cuestionados por el arzobispo Valdivieso, sobre todo aquellos que especificaban el fuero eclesiástico y el recurso de fuerza.

El sucesor de Errázuriz fue Aníbal Pinto, quien gobernó en el quinquenio 1876-1881. A este presidente le tocó enfrentar dos enormes crisis, que incluso lo afectaron personalmente, debiendo trabajar después de su gestión como traductor para un periódico. La primera crisis es netamente económica y ocurre en 1878. Ese año se agota el mineral de plata de Caracoles, un mineral de grandes vetas descubierto en 1870. La “fiebre de Caracoles” , o sea la sobreexplotación, terminó por brocear el yacimiento y como el dinero circulante se apoyaba en el respaldo metálico, la crisis no se hizo esperar. Esto coincidió con una baja mundial del precio de la plata y una recesión en Europa. Para enfrentar el problema, el Ejecutivo decide promulgar una ley, que permitió establecer circulante fiduciario, llamada “ley de inconvertibilidad de los billetes de banco”, esta ley tuvo en un principio carácter temporal, pero la guerra del Pacífico obligó a su permanencia indefinida.

La segunda crisis es precisamente la antedicha guerra, llamada en Chile “Guerra del Pacífico” pero conocida en el resto del mundo como la “Guerra de los 10 centavos”. Esto último porque Daza aumentó 10 centavos el impuesto por quintal de salitre, en 1878. Su desarrollo fue entre los años de 1879 y 1883. Esta última fecha es exacta, pues algunas cronologías tradicionales dan la de 1881 (entrada a Lima) como término del conflicto.

El 14 de Febrero de 1879 se había fijado como fecha del remate de las salitreras. Ese mismo día el ejército chileno desembarcó en Antofagasta, sin oposición debido a que los pobladores eran, mayoritariamente, de origen nacional. Bolivia declaró la guerra y esto obligó al Perú a seguir los mismos pasos ( 1 de Abril de 1879). Chile declaró las hostilidades el 5 de Abril.

El dominio del mar se mostró como el primer y más importante objetivo. Consecuentemente, se bloqueó Iquique para obligar a la escuadra peruana a un enfrentamiento, pero esto no tuvo mayor resultado, por lo que se dejó a la “Esmeralda” y la “Covadonga” con la misión de continuar el bloqueo, mientras el resto de la Escuadra se movilizaba hacia el Callao. El 21 de Mayo ocurre el combate naval de Iquique, en el cual perece el comandante chileno Arturo Prat, quien luchó hasta el último momento contra el monitor peruano “Huáscar”. Por su parte, Carlos Condell, capitaneando la “Covadonga”, logró el encallamiento y rendición del acorazado “Independencia”. La campaña marítima termina con la persecución y rendición del “Huáscar” (combate de Angamos, 8 de Octubre, 1879).

La primera campaña terrestre tuvo por objeto el dominio de Tarapacá, las principales fases de esta campaña fueron el desembarco en Pisagua, (2 de Noviembre), batalla de Dolores (19 de Noviembre) y la batalla de Tarapacá, con lo que culmina la ocupación de la provincia de Tarapacá, iniciándose en forma inmediata su explotación económica.

Las consecuencias políticas de las derrotas perú-bolivianas no se hicieron esperar: en Bolivia, Daza fue reemplazado por Campero, vía golpe militar y en Perú asumió Piérola. Estos cambios no significaron un cambio de fortuna para ambos países, por el contrario la siguiente campaña de Tacna y Arica marcó una nueva serie de derrotas para los aliados, siendo uno de los peores golpes sufridos la toma del, considerado inexpugnable, “morro” de Arica. (7 de Junio de 1880).

La etapas terminales de la guerra fueron marcadas por la campaña de Lima, con los combates de Chorrillos (13 de Enero de 1881) y Miraflores (15 de Enero). Las tropas chilenas entraron, finalmente, en Lima. La última campaña fue la de la Sierra, en la cual pequeños destacamentos chilenos, muy aislados, debieron enfrentar a las montoneras (guerrillas) peruanas y bolivianas. Los combates de La Concepción (9 - 10 de Julio-1882) , Sangra y Huamachuco (10-Julio-1883) marcaron el fin definitivo de la guerra.

Las consecuencias fueron notables: con Perú se firmó el Tratado de Ancón (22-Octubre-1883) por el cual esta nación entregaba, perpetua e incondicionalmente, la provincia de Tarapacá. Tacna y Arica quedaban en manos chilenas por diez años, al final de los cuales, mediante un plebiscito se decidiría la nacionalidad permanente de éstas. El Estado ganador pagaría al otro diez millones de pesos. Con Bolivia se firmó un Pacto de Tregua (1884) y, en 1904, un tratado de paz. Bolivia perdió Antofagasta para siempre, pero Chile se comprometió a facilitar el intercambio comercial de ese país por la zona en cuestión.

El perjuicio mayor sufrido por Chile vino desde el lado argentino. Durante la guerra, para evitar una extensión del conflicto, Chile cedió a las pretensiones argentinas y firmó el Tratado de Límites de 1881, llamado también “Divortia Aquarium”, sintetizado como sigue:

- La Cordillera de los Andes sería el límite chileno-argentino, por la línea marcada por las vertientes que se desprenden a uno y otro lado. Esto significó la pérdida de la Patagonia y del acceso al Atlántico.

- El Estrecho de Magallanes quedaba bajo dominio chileno, pero neutral para el paso de las naves de cualquier nacionalidad y condición.

- La Tierra del Fuego se dividiría mediante una línea, desde el Cabo de Espíritu Santo hasta el Canal Beagle, quedando el sector oriental para Argentina (Isla de los Estados) y el occidental para Chile, incluyendo las islas al sur del canal Beagle, hasta el Cabo de Hornos.

Durante la guerra asumió la presidencia de Chile Domingo Santa María, quien gobernó entre 1881 y 1886. Los aspectos internos de su mandato estuvieron caracterizados por un enorme desarrollo económico, producto del triunfo en la guerra y el dominio absoluto sobre el salitre. En la historia de Chile, tradicionalmente se ha denominado a este período “La Expansión”, ya que el país logró una extensión territorial en base a dos provincias completas de Bolivia y Perú, pero, es conveniente recordar que este aumento geográfico se vió fuertemente contrarrestado por la pérdida de la Patagonia.

Los ingresos, que en forma sostenida comenzaron a llegar a las arcas fiscales, permitieron solventar los gastos de la guerra (ascendientes a una cifra cercana a los cien millones de pesos) y equlibrar la balanza de pagos. En rigor, esta riqueza enorme no era propiamente nacional. En efecto, hacia fines del conflicto las acciones salitreras fueron puestas a la venta y los capitalistas ingleses, aprovechando los bajos precios, compraron el dominio financiero del “oro blanco”, haciendo un brillante negocio. En este sentido, es clave en el entendimiento de este proceso, la figura del empresario británico North, llamado “el rey del salitre”.

Pero la expansión no se realizó sólo en un vector norte. Durante el gobierno de Pérez se había intentado la primera penetración en la Araucanía, que abarcó el período 1862-1868, lográndose llegar hasta la línea del Malleco. El comandante de estas expediciones, Cornelio Saavedra, aparte de terminar millonario con la expoliación hecha a los nativos, informó que bastaba “música y vino” para dominar un territorio, que, a esa fecha, prácticamente cortaba en dos a la República. La ausencia de un control político oficial sobre la región se hizo aún más patente con el tragicómico episodio del “Rey de la Araucanía y Patagonia”, que puso en una delicada situación a las relaciones diplomáticas entre Chile y Francia. La ocupación definitiva del territorio mapuche (“Pacificación de la Araucanía”) se concreta con Santa María, entre 1880 y 1883. Los mapuches, aprovechando que las tropas nacionales estaban en el norte desencadenaron una gran rebelión en 1880. Las fuerzas licenciadas del Norte fueron inmediatamente desplazadas al Sur, al mando de Gregorio Urrutia. En tres años, a sangre y fuego, se logró la rendición incondicional de los nativos. A los vencidos se les despojó de sus tierras (las más ricas tierras agrícolas del Valle Longitudinal) y se les encerró en miserables reducciones en la costa y la precordillera. A su vez, los terrenos centrales fueron repartidos entre colonos extranjeros y chilenos. Nuevamente se da el caso de un empresario exitoso, esta vez en el rubro agrícola: José Bunster el “rey del trigo”.

El desarrollo económico permitió el crecimiento empresarial, reflejado en la fundación de la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA) y la expansión de las rutas ferrocarrileras, mediante la apertura de las vías Talca-Concepción, Angol-Traiguén y Renaico-Victoria. Por otra parte, también se promulga la ley de administración de ferrocarriles.

En materia educacional, Santa María inició un proceso tendiente a la implantación de modelos germánicos (alemanes). Se contratan los primeros profesores de esa nacionalidad para dirigir la educación básica y la formación militar, fundándose la Academia Militar.

El suceso que alcanzó ribetes de mayor espectacularidad durante su gestión fue la promulgación de las “Leyes Laicas” (1883-1884). Estas fueron un conjunto de tres leyes, que arrebataron una gran cuota de poder a la Iglesia Católica, traspasándolo a la esfera civil, para gran angustia de los miembros y partidarios de la Iglesia. Estas leyes fueron: 1.- Ley de los Cementerios Laicos (1883) 2.- Ley del Registro Civil (1884) 3.- Ley del Matrimonio Civil (1884). Estas leyes agudizaron las mal llamadas “luchas teológicas”, las que sólo tendrían un término definitivo en 1925, con la separación institucional entre la Iglesia y el Estado.

El siguiente gobierno, y último del período liberal, fue el de José Manuel Balmaceda que dirigió los destinos del país entre 1886 y 1891, terminando trágicamente su período con la Guerra Civil de 1891 y su propia muerte por suicidio. En lo material se considera a este gobierno, como uno de los más progresistas de la historia del país. Un apretada síntesis de sus obras se puede resumir como sigue:

- Dique seco de Talcahuano

- Viaducto del Malleco

- Modernización de la Armada

- Línea de vapores entre Valparaíso, Callao y Panamá

- Edificio de la Escuela Militar

- Edificio de la Escuela de Medicina

- Instituto Pedagógico

- Sistema concéntrico de enseñanza

- Gran desarrollo vial

- Múltiples edificios escolares.

Estas iniciativas fueron posibles gracias a que, dentro del programa político de Balmaceda, se contemplaba la utilización de los recursos del salitre para lograr el desarrollo del país a una escala jamás vista. Esta idea no fue muy bien acogida por los capitalistas británicos quienes, siempre secundados por la servil aristocracia local, vieron un verdadero peligro para sus intereses. Por otra parte era de tal magnitud el plan Balmacedista, que los terratenientes se vieron con escasa mano de obra, la que prefería marchar a la ciudad en busca de nuevos y mejores trabajos proporcionados por el Fisco.

Comenzó entonces una escalada de obstrucciones al mandatario, realizada desde el Congreso, plaza fuerte de la oligarquía. Sistemáticamente se entrabaron las iniciativas del Ejecutivo, mediante los recortes presupuestarios y la rotación ministerial (vía voto de censura). Este proceso alcanzó su punto más álgido el 1 de Enero de 1891, cuando Balmaceda decide hacer válida la ley de Presupuesto de 1890 para 1891, una maniobra absolutamente inconstitucional y que, en los hechos, era una declaración fáctica de dictadura. Había caído en la trampa de la aplicación efectiva de las Leyes Periódicas. El Congreso se puso abiertamente en pié de guerra, desplazando la Armada hacia el Norte, pues el primero de los dos bandos que controlase las salitreras ganaría la guerra. La Guerra Civil se decidió en el transcurso de 1891, en los combates de Huara, Iquique, Pozo Almonte, Concón y Placilla, siendo la pérdida del buque “Blanco Encalada” el peor revés sufrido por los autodenominados “constitucionalistas” (partidarios del Congreso). Perdida toda esperanza de revertir la situación, Balmaceda se refugia en el recinto de la embajada argentina, escribe una carta de despedida llamada “Testamento Político” ( en la que vaticinó los males producidos por los vencedores) y, finalmente, se suicida con un revólver (19 de Septiembre de 1891).